Tan necesaria y tan temida

Antía Urgorri Serantes
Antía Urgorri EL ACUARIO

FERROL

23 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerdo estas mismas fechas el año pasado. Vivía con ilusión la cuenta atrás de la entrada en el cole de mayores de mi hija Adriana, con solo dos añitos y diez meses. A estas alturas de agosto, ya le había comprado el uniforme, lo había llevado a arreglar y me debatía sobre en qué color bordarle las letras del nombre en el mandilón. Con qué ilusión lo viví.

Era una sensación de alegría y de miedo al mismo tiempo. ¿Se llevaría bien con los compañeros? ¿Estaría contenta con su profe? ¿Aguantaría bien tantas horas seguidas en clase? Todas mis expectativas se superaron con creces, y el cole de mayores pasó a ser un lugar al que Adriana quería ir con ilusión y alegría todas las mañanas. Nunca lloró.

Recuerdo en pleno confinamiento, en uno de los correos que me intercambiaba con su tutora, decidí leerle en alto a Adriana las palabras de cariño que le mandaba Esther, su profe del alma, y también mi respuesta: «Me da mucha pena que no vuelvan al cole este curso», escribía yo.

Adriana, al escuchar tal frase, levantó la cabeza y con cara de horror me preguntó: «Mamá, ¿no voy a volver al cole?». Intenté aguantar el tipo, tragué saliva, y le dije: «El próximo curso, cariño». Eso de el próximo curso, le debió parecer aceptable, que se conformó con la respuesta y siguió jugando.

Ahora que solo quedan tres semanas para el inicio del nuevo curso, vuelvo a sentir una mezcla de sensaciones extrañas. Me preocupa, y mucho, el inicio de un curso escolar en el que cada día que deje a mi hija en clase y luego la recoja, sentiré miedo de si me llevaré el virus a casa, poniendo a mis familiares en riesgo.

Temo que suene el móvil cada mañana diciéndome que tengo que ir a buscar a la niña porque ella o algún compañero han tenido fiebre. Me pregunto con quién la dejaré cuando eso pase. O como viviré esos momentos en el que alguno de mis dos hijos tenga fiebre, que la tendrán, y cómo aguantaré esa incertidumbre hasta que el médico o el PCR le ponga nombre al virus. Sea coronavirus o uno de tantos que cada invierno se cuelan en casa.

Pero también deseo que mi hija vuelva a su cole, que vea a sus compañeros y a su profe, a los que tanto ha echado de menos, que recupere su rutina, que se levante cada día a la misma hora, que se acueste agotada, que se ponga el uniforme, y que me cuente todo lo que ha aprendido en clase.