Sari Alabau

Manuel Couce DESDE LA ALAMEDA

FERROL

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Nacida en Valencia, vino a esta tierra al servicio de la actividad académica docente. Es una mujer cuya vida alternó con la política, comprometida con la izquierda desde muy joven, sufrió detenciones y registros en su vivienda, que eran seguidos por eufemismos y palabras ambiguas de la policía, que solo encontraban en ella silencio, pero elevaban su dignidad. Con la llegada de la democracia, todo ha cambiado, fueron desapareciendo las mujeres de aquel señor, que antes de perder la vida perdió la cabeza, y otras ferrolanas poco a poco fueron tomando el relevo de la sociedad, y Sari se puso al frente de la agrupación local del partido comunista, y comenzó su exitosa senda en la libertad. Fue concejala en los municipios de Narón y Ferrol, y actualmente es presidenta de Asfedro, un cargo que parecía reservado a los hombres y lleva un largo recorrido en una causa noble del ser humano, en este caso la drogodependencia.

Sari Alabau siempre fue sinónimo de compromiso, haciendo uso de la firmeza y la flexibilidad en la medida necesaria; es una mujer que suscita respeto moral, tiene el afecto que se merece y pese a haberlo pasado muy mal, con episodios muy dolorosos, no alimenta rencor ninguno en su corazón de abuela ya, no ha restringido sus apariciones públicas, pasando una parte de su tiempo con su familia, su Asfedro y sus múltiples amistades, porque su leyenda no se apagará nunca.

La conocí hace muchos años, la seguí en mi periplo vital, pero les aseguro que mis conversaciones con ella no pasaron de dos minutos. Hace unos días me la crucé en una calle de Ferrol, con las luces de Navidad que aún cuelgan apagadas, nos saludamos y le recordé que una hija mía cuando hablamos de Sari, me dice que fue la mejor profesora que tuvo. Con todo ello, pensé que debía tocar la fibra sensible del lector dedicándole mi columna con el mejor deseo de provocar una situación de gratitud, afecto y generosidad hacia una mujer que en la política no estuvo en los primeros peldaños, porque nunca quiso, pero deja una fuente de la que emanan ejemplos que no quiero que pasen al ostracismo de una señora a la que la ética de sus convicciones le obligó a ser consecuente con sus principios, lo que implica que es preferible perder el poder a sacrificar las ideas.

Y seguro que lo será así, hasta el final.