No deberíamos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

28 dic 2018 . Actualizado a las 22:59 h.

Puede que ya vaya siendo hora de que dejemos de llamarle «siglo nuevo» a este tiempo de hierro que habitamos. Porque basta con prestarle un poco de atención a los calendarios para ver que a día de hoy, con el 2018 a punto de apagarse, hay que empezar a aceptar que el siglo XX, ese del que venimos la mayoría de nosotros, ya duerme bajo el manto de la Historia, que es una forma como otra cualquiera de decir que su lugar (y el del tiempo de nuestros recuerdos más queridos) será, definitivamente, el pasado. Un pasado que, de manera inexorable, se irá alejando. No sé a ustedes, pero a mí cada vez me cuesta más trabajo recordar las voces de los que marcharon al otro lado del río. Y hasta sus rostros, que se desdibujan en mi cabeza, apenas se parecen hoy, detrás de mis ojos, al que reflejan las fotografías. ¿Qué quieren que les diga...? Las Escrituras son las que nos devuelven el verdadero sentido de la Navidad, y es hermoso buscar refugio en ellas de madrugada para escuchar de nuevo cómo fue aquella noche en la que vino al mundo en Belén el Rey de los Ángeles; y cómo los Magos se pusieron en marcha, siguiendo a la estrella que les señalaba el camino, para adorar a Dios -que allí, ante la humanidad entera, era un niño-, y hacerle una ofrenda de oro, de incienso y de mirra. El 2018 también se acaba, es cierto, y en estas fechas no es fácil evitar la melancolía. Sin embargo, sabemos que nadie marchará para siempre mientras aún digamos su nombre. Como sabemos que Belén significa en hebreo Casa del Pan. Que el Nuevo Año sea una casa del pan para ustedes, queridos amigos. Y es cierto que casi todos estamos un poco tristes, pero quizás no deberíamos.