Las máscaras

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

RAMON LOUREIRO

10 feb 2018 . Actualizado a las 13:59 h.

A mí me parece que también habría que reivindicar con fuerza (con mucha más fuerza de lo que hasta ahora se ha hecho, desde luego) las raíces del carnaval rural de Ferrolterra y de las tierras del Ortegal y del Eume. Un carnaval que ciertamente no posee la grandiosidad coral ni la teatralidad de las comparsas, de naturaleza por lo general urbana, ni tampoco la vistosidad de las grandes máscaras del Entroido de las frías tierras de Ourense, pero que en cambio atesora una creatividad y una capacidad para reinventarse constantemente que no siempre se han valorado como merecen. El carnaval, entendido como una fiesta para todos, como un estallido de alegría en el que nadie ha de sentirse excluido -como una celebración, en buena medida gastronómica, que abre de par en par las puertas de todas las casas y en la que todo el mundo es bienvenido-, sigue extraordinariamente vivo. Especialmente, y son solo algunos ejemplos, en tierras en las que resuenan, desde el fondo de las edades, nombres tan hermosos como los de Xestoso, O Freixo, Céltigos, Loiba, As Neves, Montoxo, Meirás, Sequeiro, Esmelle, O Seixo y Vilarrube. O como los de Soaserra, Sillobre, Lubre, Cervás, Magalofes, Régoa, Covas, Pantín, Landoi, Viladonelle, Sismundi, O Val, Goente, Anca, Grañas do Sor y A Faeira. Es un carnaval que existe por sí mismo, que sobrevivió a toda clase de persecuciones en otros tiempos, y que invita a disfrazarse de lo que sea -con lo que se encuentre en el desván, preferentemente-, para ir casa por casa, de puerta en puerta, celebrando el milagro de existir y repartiendo alegría. Me gustan las máscaras de cartón, las más modestas. Hay muchas y grandes historias detrás de ellas.