Letras y vino

josé antonio ponte far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

15 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La comarca de O Salnés tiene una apabullante belleza natural en cualquier época del año. Pero en otoño, su atractivo la acerca a una obra de arte. Y si luce un sol radiante, como este sábado en que yo estuve por allí, su encanto crece gracias a esa tonalidad amarilla que le otorgan las innumerables parras ya vendimiadas. Se respiraba, además, una paz amable en el valle, la que sigue al esfuerzo del trabajo bien hecho: las uvas ya están recogidas y el vino, durmiendo su siesta de fermentación silenciosa en las bodegas. Acudí al Salnés con un grupo de medio centenar de personas procedentes de toda España y convocadas por la UNED. Vinieron a hacer una Ruta Literaria por las tierras vinícolas del albariño, y a mí me correspondía hablarles del vino en la obra literaria de Valle-Inclán. El motivo era doblemente agradable: me gusta Valle-Inclán y me gusta saborear una copa de buen albariño. Y el día, como ya dije, ayudaba. Recorrimos fincas de viñedos adornados con esos colores ocres de los cuadros impresionistas, visitamos bodegas enriquecidas con ese olor a historia que tiene el vino de verdad, y hablamos de las páginas literarias de Valle-Inclán en las que el escritor de Vilanova de Arousa elogia el vino de este valle siempre que lo menciona. En especial, cuando hace hablar al viejo hidalgo don Juan Manuel de Montenegro o a su sobrino el Marqués de Bradomín, como en este pasaje de Sonata de otoño, en que el primero le comenta: «Te aseguro que este vino de la Fontela es el mejor vino de la comarca. ¿Tú conoces el del Condado? Este es mejor. Y si lo hiciesen eligiendo la uva, sería el mejor del mundo». Parece que Valle-Inclán, visionario en tantos aspectos, también acertó en esto, pues hoy se selecciona cuidadosamente la uva, los enólogos hacen bien su trabajo, y tenemos ya el mejor blanco del mundo.

Mientras caminábamos por los viñedos, yo iba pensando que no debían de andar muy descaminados los griegos cuando afirmaban que el vino era un regalo que le hicieron a los hombres los dioses del Olimpo. Baco era la divinidad que cuidaba del sagrado líquido y de su reproducción en la tierra. La comarca de O Salnés ha encontrado un tesoro casi divino en este albariño que etiquetan bajo la D.O. de Rías Baixas.

Claro que esta tierra es especial, con sus historias de linajes decadentes, como el del propio Valle-Inclán, el cual resucitará en su obra abolengos y noblezas, escudos y marquesados para sus personajes, medio locos, medio santos, medio déspotas, libérrimos y caritativos. Personajes literarios, pero inspirados en personas reales, rescatadas de la historia de esta comarca, como aquel Mariño de Lobeira, que apresó una sirena dormida en la isla de Sálvora y se casó con ella para procrear navegantes capaces de vencer al mar y sus peligros. O aquel joven Montenegro, con un poder mágico en la mirada, un peligro por su belleza y capacidad de seducción, por lo que su madre, cuando el joven Montenegro salía del pazo, mandaba tocar las campanas para que se guardasen en sus casas las doncellas. O aquel otro llamado Torrado, un hidalgo pendenciero que acabó en la miseria, arruinado por sus pleitos, que tapaba los agujeros del piso del pazo con pergaminos de la familia y que terminó vendiéndolo a real el carro de piedra. Personajes legendarios, que junto a los creados por Valle-Inclán nos acompañaron por esta Ruta del vino y de las Letras.