A todos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

09 dic 2016 . Actualizado a las 23:02 h.

Hay algo mágico, también, y muy difícil de describir, en esas tarjetas de Navidad que recorren el mundo por estas fechas si han sido escritas a mano, cosa que las convierte en objetos absolutamente únicos. Un manuscrito siempre es un manuscrito. No hay dos iguales. Y por alguna misteriosa razón, la tinta y el papel, en apariencia tan frágiles, son capaces de conservar para siempre, frente a las mayores adversidades, una parte muy importante del corazón y de la memoria de quienes los tuvieron entre sus manos. En el caso de las tarjetas navideñas, y más allá incluso del significado de las palabras escritas en ellas, dentro del sobre en el que viajan hacia su destino siempre van tanto la emoción y el recuerdo de quien las envía como el afecto que, más allá de la distancia, envuelve a su destinatario. Cosas del alma. Por cierto: cuentan que hubo un escritor al que, siguiendo la estela de lo que un admirado maestro suyo -gran fabulador y hombre extraordinariamente simpático- solía hacer en el pasado, se le ocurrió unas navidades felicitar las fiestas a los amigos con unas tarjetas en las que, bajo su propio nombre, hacía constar el cargo de obispo de la diócesis. Por un despiste, utilizó una de esas mismas tarjetas para felicitar también al obispo verdadero. Y el prelado, a vuelta de correo, le envió otra tarjeta de Navidad, por cierto con la imagen de un Belén muy hermoso, con el siguiente texto, escrito además con una extraordinaria letra de eclesiástico: «Muchísimas gracias por sus generosos deseos y por los cinco duros de lotería. Quedo, como siempre, a las órdenes de Su Ilustrísima, acogido a la protección de sus oraciones. Que la Luz del Niño Jesús nos ilumine a todos».