El tripartito

MANUEL COUCE FERROL / LA VOZ

FERROL

30 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

F uncionó el tripartito PP, PSOE y Ciudadanos. Se han reunido de forma desigual para que Mariano Rajoy siga siendo presidente del Gobierno sin mover un músculo. Dos de los tres partidos se habían esforzado por un cambio, diciéndole no, y lo subrayaron. Pero uno y otro se revolvieron y cayeron en las redes populares. Uno gratis, mientras Ciudadanos acordaba jauja, dicen ciento cincuenta compromisos, los socialistas reforzaban la autoridad de Rajoy a cambio de nada. Ello produjo un acto de rebeldía democrática en su militancia, que se plasmó con la ausencia de numerosos delegados en el Comité Federal.

Los que desplegaron el no creen que el presidente, como fenómeno posmoderno, no movió un dedo para buscar una mayoría en su investidura, al contrario de lo que ocurrió para colocar a Ana Pastor en la presidencia del Congreso. Eso sí, se lanzó con los suyos rápidamente, repitiendo hasta la saciedad que había que desbloquear la situación o ir a nuevas elecciones.

Esa crecida desafiante serían los perdedores. ¿Quién puede asegurarlo? Las encuestas. Como si nunca fallaran. Ahora buscan consuelo en que no apoyarán los Presupuestos y pedirán la derogación de varias leyes, incluida la de relaciones laborales, para que Rajoy esté obligado a disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Entonces, estas no serían en diciembre, pero serán más pronto que tarde, y mientras seguirá esta romería con sus perniciosos efectos en la gente y los socialistas mirando al lado equivocado y facturando bajas.

Pero quería hablar de la representación gallega en el Comité Federal, con un Abel Caballero, en su engolada altanería, poniendo aquí zancadillas y en Madrid con los de cuna fina. Y es que el alcalde más votado se olvida frecuentemente de la ética social y de un sistema de valores que predican sus compañeros, a pesar de estar en una desconexión fragante entre los que piensan con los que saben. Pero aquí quedó un movimiento fuerte y expeditivo, golpeados por el desempleo y convenidos de que otro Gobierno de derechas no es bueno para los trabajadores.

Al parecer esto solo lo entendieron Pilar Cancela y Beatriz Sestayo, que fueron el único revulsivo a la autocomplacencia de los que están por el desarrollo sostenido, en sus interese personales.

Por ese camino habrá que recordar a Churchill, cuando le bombardearon las ciudades dio la orden de dispersarse por el campo.