Es bien sabido que la relación entre las mesas de los cafés y la literatura es, desde antiguo, muy estrecha. Así que no es necesario insistir en ello. Pero lo que no querría dejar de hacer hoy, con el permiso de vuestras mercedes, es dejar de dar noticia del nacimiento de una nueva revista de poesía, Olga, que lleva muy dentro de sí el aroma del café, además del de los versos. La nueva publicación, cuyo primer número acaba de ver la luz, nació en Madrid, de la mano del muy numeroso y además muy selecto grupo de poetas gallegos de la tertulia del legendario café Comercial, el más antiguo de la capital, un local muy frecuentado en su tiempo, como ustedes no ignoran, por don Benito Pérez Galdós. Y está dirigida por Vicente Araguas, que es un poeta ferrolano y un poeta de Xuvia al mismo tiempo. A la creación de la revista estuvo muy vinculado, por cierto, Sabino Torres, y entre sus páginas se guarda ahora su memoria para siempre. Iluminan esa publicación, acompañando los poemas, algunas fotos muy hermosas, entre las que llama la atención especialmente la concentración de una verdadera multitud ante el Comercial, no sé si a finales del siglo XIX o a comienzos del XX, para escuchar a un vendedor de crecepelo que, además de densísimo mostacho, luce una excepcional melena. Veo la foto, y no puedo dejar de pensar en lo muy hermoso que debió de ser el Madrid de hace más de cien años, en lo que a los cafés literarios respecta. Cafés de mucho papel y tinta por los que pasaban ferrolanos con frecuencia, como bien sabía Gonzalo Torrente Ballester, que de alguna manera también fue después -medio siglo más tarde- un poco heredero de todo aquello.