Un campeón

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

11 jun 2016 . Actualizado a las 01:31 h.

La concesión del Premio Princesa de Asturias a Javier Gómez Noya tiene una significación que va mucho más allá de lo meramente deportivo. En primer lugar, por las propias características del galardón, que no premia solo los logros en el campo del deporte, sino también la «ejemplaridad» del galardonado: el haberse convertido, con su propia manera de estar en el mundo, en un modelo a seguir. Y en última y definitiva instancia, por la singular trayectoria del triatleta ferrolano, que para llegar a la cumbre del deporte mundial tuvo que superar dificultades que a cualquier otro lo habrían llevado, muy probablemente, a abandonar. Ya se sabe que estos no son, por desgracia, buenos tiempos para los llamados deportes de esfuerzo. El horizonte ha variado. Los atletas, los ciclistas y los nadadores no siempre son vistos hoy, a diferencia de lo que sucedió durante buena parte del siglo XX, como ejemplos a imitar. Pero, en cambio, Gómez Noya, que como triatleta es un nadador, un ciclista y un corredor de fondo a la vez, ha sabido ganarse el aprecio de todos. Haciendo las cosas cada día mejor. Contra viento y marea. «La verdad es que no me resultó nada fácil abrirme camino», le oí decir hace unos cuantos años, ya. Pero ese mismo día le escuché contar, también, que lo de «tirar la toalla», al menos «en serio», no se lo había planteado nunca. Hoy, Gómez Noya es una figura que goza del máximo prestigio internacional. Y es, además, algo más valioso todavía: el espejo en el que se miran miles y miles de niños. Esos niños que, viéndolo competir a él, aprenden que hay algo infinitamente más importante que cualquier victoria: no bajar la cabeza ante la adversidad. Jamás.