Nate Davis: «En Ferrol soy muy feliz»

José Valencia FERROL / LA VOZ

FERROL

JOSÉ PARDO

«Gracias a Dios todo va bien ahora en mi vida y quiero enseñar baloncesto a los jóvenes»

08 sep 2014 . Actualizado a las 12:33 h.

Nate Davis (Columbia, Carolina del Sur, 1953) nació y se crio en un pequeño pueblo del que ya casi no recuerda el nombre, rodeado de vacas, caballos y cowboys. Un sitio pequeño, dice, como Ferrol, en donde aprendió a jugar al baloncesto con sus amigos y familiares. Se le daba bien y se ganó una beca para estudiar Criminología en la Universidad de Carolina del Sur. Eran malos tiempos para Nate por el racismo: «Mis abuelos tenían tierras -comenta-, no trabajaban para los blancos, aunque yo no podía entrar en un restaurante o ir a la escuela en autobús. En la Hight School también me trataron mal, aunque yo soy una persona religiosa y perdono todo», asegura. Cuando acabó la universidad los Chicago Bulls, uno de los clubes más afamados de la NBA, lo eligieron en el draff pero no le garantizaron un contrato y decidió dejar el básquet para trabajar de sheriff. Ahí lo encontró José Antonio Gasca, el presidente del Askatuak, que lo trajo a jugar al baloncesto español. Dice que fue la etapa dorada de su vida y entre 1978 y 1985 defendió los colores del Askatuak de San Sebastián, Valladolid, Santiago y Ferrol, aunque fue en el equipo ferrolano en donde logró su plenitud, siendo un auténtico ídolo de los aficionados. Durante tres años fue el máximo anotador de la ACB. Dejó el OAR en 1985 por una rotura de clavícula, regresó a Estados Unidos y su mujer enfermó. Se gastó todo lo que había ganado para tratar de curarla aunque Annie moriría poco después de sida. Asegura que siempre quiso volver a España aunque: «Tenía dos hijos que criar».

-¿Por qué quiere volver a Ferrol?

-En Estados Unidos estoy solo, mis hijos ya son mayores y no hago nada. Dije, pues me voy a España y a ver si puedo ayudar a los chicos. Me gustaría estar por aquí dos, tres, cuatro años. En mi casa, en Atlanta, estaba aburrido. Tengo una moto, una Harley Davidson y paso mucho tiempo con ella aunque necesito hacer algo.

-¿Cómo encontró todo?

-Ferrol es una ciudad maravilloso, yo soy muy feliz aquí. No para de venir gente a visitarme y saludarme. Yo sé que me quería mucho y yo por eso quiero enseñar baloncesto a sus niños o nietos.

-¿Qué fue de aquel Nate que se fue de Ferrol en 1985?

-Mi mujer falleció pero tenía dos hijos. Me casé de nuevo y tuve tres más. Había cinco hijos que alimentar y tuve que trabajar duro por ellos, primero en una empresa de correos y posteriormente en una de seguridad.

-¿Usted insiste en que no viene buscando dinero?

-Claro que no, en Estados Unidos tengo dos pensiones del Gobierno hasta que me muera. Estoy bien, vengo para hacer cosas por el baloncesto. Cuando yo regresé a España con Canal (+) para mi homenaje fue Luis Barbeito quien me habló de la posibilidad de hacer cosas y así he vuelto de nuevo a Ferrol.

-¿Qué tal estos días por aquí?

-Extraordinarios, todo el mundo está conmigo. Los niños no me conocen, no me han visto jugar, aunque están muy contentos conmigo cuando les doy clases en el campus. La gente es muy buena, me gusta mucho la forma de ser de los españoles, la familiaridad y cercanía que hay. Me gusta mucho la calma que hay en la vida española, en América todo es prisa.

-¿Y la comida?

-De todo, como de todo. El «pescaro», los filetes... yo me acostumbre a la vida en España, estuve aquí diez años. Estoy muy bien aquí.

-¿Qué quiere transmitir?

-Todo lo que yo sé y aprendí. Me gusta trabajar con los jóvenes y enseñarles los fundamentos del baloncesto, la defensa, tirar bien... es muy importante enseñarles cuando son pequeños.

-¿La gente le quiere mucho?

-Claro que sí, yo estoy muy contento aquí con ellos y yo también los quiero por lo mucho que me han apoyado. Tengo muchos amigos aquí, Juan Fernández, Juan Roca, todos los directivos. También compañeros como Manolito Aller o Miguel Loureiro.

-¿Qué recuerda del OAR?

-Para mi, el mejor partido que disputé fue el que jugamos frente al Estudiantes, con David Robinson, así como los enfrentamientos con Madrid y Barcelona.

-Usted casi volaba cuando saltaba. ¿Cómo lo conseguía?

-Muchos días en el monte corriendo con botas de militares, al menos tres días a la semana. Después tiros y más tiros y cuando llegaba la tarde, entrenaba con el grupo. Así todos los días.

-¿No era todo talento sino también trabajo?

-Bueno, yo todo lo que he sido se lo debo a Dios, que ha sido quien me ha dado talento para jugar el baloncesto. Cuando yo decía que en los saltos me sentía más cerca de Dios era un sentimiento auténtico. De todas formas, yo era la estrella pero no era solo yo, lo más importante era el equipo que había a mi lado, Miguel Loureiro, Mico, Manolito, Toño Martín, Bill Collins, John Washington. Éramos una familia.

-Siendo tres años el máximo anotador de la ACB. ¿Por qué no llegó al Real Madrid o el Barcelona?

-Yo era un jugador de equipos pequeños. Mi reto era ganar a los equipos grandes. Ese es mi éxito, con un equipo de una ciudad pequeña ganar al Real Madrid o el Barcelona.

-¿Por qué es usted tan religioso?

-Por mi madre, que era muy cristiana, tenía mucha fe. Yo pienso lo mismo y digo que sin Dios yo no tengo nada, mi alma es creer en Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Para mi Dios es muy importante, sin él no hay nada. Yo nací con un gran talento para jugar el baloncesto pero la gloria no es para mí, es para Dios.

-¿Le faltó jugar en la NBA?

-La NBA no era para mí. Mejor lo de haberme venido a España en donde me encuentro como en mi casa.

-¿En donde aprendió a jugar?

-En la calle.