Ferrol, en muchas cosas, es sitio distinto. Para bien en algunos casos y para mal en otros. Las peculiar y enraizada relación de la urbe con el Estado y sus arcas la ha beneficiado a lo largo de la historia y, otras veces, la ha castigado, como sucede en estos momentos. Y ejemplos los hay a patadas, que se suele decir.
Pero hoy toca hablar de impuestos. Del IBI, en concreto. Porque aquí, en ferroliño, lo de que Hacienda somos todos es un mal chiste.
Mientras al contribuyente le cuentan que el temido recibo medio va a subir un 6 % -cuando aquí las colas del Inem dan la vuelta a la esquina-, de paso también se entera de que Correos dice que no paga. Para adquirir el mismo rango que la Armada y Navantia, que tampoco están por la labor de aflojar. Que para eso ya está el paisano.
Lo dicho, en Ferrol Hacienda no somos todos. Para nada. Los mencionados organismos estatales utilizan formas cuasi feudales para negarse a hacer lo que al ciudadano se le exige.
Los impuestos hay que pagarlos. Eso es obvio. Pero todo quisqui. Y el gobierno local tiene que mover sus mecanismos para que Navantia, Armada y Correos se dejen de ruindades. Porque, en este caso concreto, su forma de actuar es así. Cicatera. Las arcas municipales no van sobradas para que se les puedan hacer esos pases toreros y que no suceda absolutamente nada. El IBI no puede ser a la carta.