Desde hace treinta años, su vida está en Gotemburgo, pero en verano siempre pone rumbo a Xuvia: aquí le gusta «holgar», ir a la playa y estar con la familia
20 jul 2009 . Actualizado a las 19:26 h.Decía Rilke que la verdadera patria del hombre es su infancia. Y Paco Rodríguez no podría estar más de acuerdo. Este maestro de 56 años -criado en Neda pero con mucha vida en León, Madrid y Canarias- reside en Suecia desde 1980. Allí tiene su trabajo, su familia y muchos amigos, pero cuando llega el verano a él lo que de verdad le tira es poner rumbo a la tierra en la que transcurrió su niñez. «Uno siempre se siente mejor en el lugar en el que nace», apunta para explicar su querencia por este rincón gallego.
Además, cuenta Paco, aquí tiene a su madre, Finola -la conocida actriz y artesana de Neda-, y también a su hermano Ramón y a su cuñada. Pero las raíces y los lazos familiares no son los únicos imanes que le hacen sentir atracción por Ferrolterra. «También me gusta venir aquí para estar en contacto con la naturaleza y para comer platos que allí no hay, como el pulpo, los callos, los chocos o los percebes», apunta tras explicar que allí, en Suecia, «no hay tanta variedad» en lo que a gastronomía se refiere, «aunque también tienen cosas buenas». «De allí me gustan sobre todo las patatas nuevas cocidas con eneldo y los arenques marinados, que los hacen muy bien».
Paco tiene tres hijos, dos de su primera pareja -una sueca por la que decidió marcharse a vivir al país de los vikingos hace ya casi treinta años- y un tercero, Leo, que tuvo hace seis años con su mujer actual, Lidia, que es polaca. «A ella le gusta muchísimo Ferrol, dice que es la ciudad perfecta, pero en esta ocasión no ha podido venir porque está trabajando».
Los dos hijos mayores tampoco han podido acompañarle esta vez, así que Paco disfruta estos días de sus vacaciones con Leo, «que ya habla un poquito de gallego», dice su padre orgulloso.
Pasmado en la huerta
Además de recorrer los paisajes de su infancia, reunirse con los amigos de la juventud y bañarse en la playa, «sobre todo, en la de O Baleo», una de las cosas de las que más disfruta este emigrante retornado (aunque solo sea por dos semanas) es «no hacer nada de nada». «Me encanta holgar, estar por aquí y por allá sin ocupación, o andar por la huerta de la casa en medio de limones, albaricoques... ¡Es algo maravilloso!».
Y es que arrancar fruta de los árboles es algo que Paco no puede hacer en su casa de Suecia. Cuenta que vive en Gotemburgo, la segunda ciudad más grande del país que le ha dado cobijo y una urbe muy agradable para vivir. «Allí todavía funcionan los tranvías, los edificios no son muy elevados y tenemos mucha actividad cultural; además, en otoño salimos a coger setas, que es algo que a mí me encanta», explica con cierto orgullo de su ciudad de residencia.
Con todo, Paco explica que vivir en un país en el que se es extranjero siempre resulta algo duro. «Ahora ya estoy muy integrado, pero la verdad es que al principio me costó un poco, porque los suecos no son tan abiertos como los españoles», explica con la morriña propia del emigrante.
Por eso, y aunque lo ve como algo lejano -a Paco todavía le quedan algunos años para la jubilación-, este nedense de corazón y sueco de adopción no descarta regresar a su tierra «en el retiro». «No sería para quedarme de forma definitiva, porque mis hijos mayores están en Suecia, pero sí para pasar una temporada larga al año, alternando unos meses aquí y otros allí», apunta mirando al futuro.
Entonces, si lo hace, Paco podrá volver a hacer algunas de las cosas que más le gustan en el mundo. Recorrer los paisajes de su infancia. Bañarse en O Baleo. Y arrancar limones de los árboles.