Con el cargador no se juega

María Viñas Sanmartín
María Viñas REDACCIÓN / LA VOZ

EXTRAVOZ RED

Mitos de todo tipo rodean al cable que más dependencia genera: ¿puedo usar cualquier cargador? ¿Cómo sé que funciona correctamente, que no está perjudicando a la batería del teléfono? ¿Son malas las cargas rápidas?

26 feb 2017 . Actualizado a las 21:58 h.

Son un incordio -como los de los cascos, como la maraña disimulada tras el mueble de la tele-, pero mientras el mundo siga necesitando cables el engorroso cordón umbilical que oxigena el móvil a golpe de chutes de energía seguirá integrando la lista de imprescindibles que uno repasa antes de salir de casa: llaves, cartera, teléfono y cargador. No vaya a ser que el cacharro inteligente se funda a negro en plena consulta. Cafés, bibliotecas, aeropuertos, estaciones, incluso trenes y autobuses urbanos se han equipado de enchufes estratégicamente situados para reconectar al desorientado usuario. Y de tanto paseo, la pieza, que antes sobrevivía al teléfono sin apenas rasguños, acaba resintiéndose. Olvidamos que, por frágil y esencial, requiere cuidados y que, en caso de fractura, recurrir al sustituto más económico puede acabar saliéndonos muy caro. 

No carga

Los síntomas de que algo va mal son fáciles de identificar: el móvil tarda más de lo normal en alcanzar el cien por cien de batería, se calienta demasiado durante la carga o no reconoce la conexión a la primera. El problema puede estar en el cable, en el cargador o en el propio teléfono (en la batería o en el puerto). El primero es el elemento que más se deteriora y el que menos acusará nuestro bolsillo en caso de tener que reemplazarlo. Saber si es el culpable de los problemas es sencillo: conectarlo a otra fuente de alimentación y ver si funciona o no. Similar rutina nos vale para comprobar si el fallo está en el cargador: probar en un enchufe distinto y, si la energía no empieza a circular, intentarlo con otro teléfono. Para evitar disgustos, es recomendable encajarlos en regletas protegidas de subidas de tensiones y no cubrirlos durante la carga.

Ojo con lo barato

En caso de tener que buscarle un sustituto, es importante tener en cuenta que cada dispositivo necesita un tipo concreto de cable. Si lo enchufamos a cualquier alambre que se acople sin problemas a su entrada podemos acabar achicharrando la batería. Si tenemos un iPhone, necesitaremos una conexión Lightning; en caso de contar con un terminal Android, microUSB o USB Tipo-C, un conector reversible que, además, permite transmitir hasta 20 voltios y cargar así también portátiles. Es en el cargador donde debemos detenernos. Nunca hay que repostar con un suministrador de corriente con un amperaje mucho mayor al necesario, por lo que es recomendable extremar precauciones con cargadores universales o con los de otros modelos, pueden recalentar la pila del nuestro y acabar con ella. Recurrir al fabricante original es garantía de seguridad, pero existen alternativas de calidad ligeramente más económicas, Anker y Aukey, por ejemplo, con piezas certificadas e interesantes medidas de seguridad, como sistemas de apagado una vez completada la carga o de aislamiento, pensadas para proteger el aparato en caso de que se dispare la tensión. ¿Y cómo saber si lo estamos haciendo bien o mal? Algunas aplicaciones, como Ampere, disipan todas las dudas con informes sobre el estado de salud de las baterías y alertas en caso de voltajes demasiado elevados.

Recomendaciones

¿Es peligroso usar el teléfono mientras se carga? ¿Debemos descargar la batería por completo una vez al mes? ¿Se vicia si desenchufamos antes de que llegue al cien por cien? Hay muchos falsos mitos. No entraña riesgo alguno acceder al dispositivo mientras está conectado; lo peor que puede suceder es entorpecer el proceso y, por tanto, alargarlo más de lo habitual. Sí es aconsejable, al menos una vez cada 30 días, dejar que la batería se vacíe completamente y volver a llenarla al máximo con el terminal apagado. ¿El objetivo? Recuperar rendimiento. Y no, las pilas actuales ya no se vician si no rebosan de energía. Podemos suministrarle varias dosis diarias, en ciclos cortos, y evitar así su recalentamiento. Es mejor no dejar que llegue a porcentajes muy bajos y cuando la alimentamos por completo, dejarla cargando unos diez o quince minutos más.