sus descubrimientos cambiaron el mundo, pero sus mentes privilegiadas escondían también rincones oscuros a medio camino entre la rareza y la locura
24 may 2015 . Actualizado a las 17:35 h.Son genios, y también tipos raros. Fuera de lo común. El más grande de todos los físicos, sin contar a Einstein, era un ermitaño que releía la Biblia, una vez tras otra, buscando mensajes ocultos. Sir Isaac Newton también practicaba la alquimia. Muchos creen que si Edmund Halley no lo hubiera rescatado de su letargo voluntario, Principia, la obra donde describió la ley de la gravitación universal, nunca se hubiera publicado. Tal vez, si Newton viviera en el siglo actual, hubiera sido diagnosticado de esquizofrenia. Nikola Tesla, uno de los mayores inventores del siglo XX, lo sería de un TOC, un trastorno obsesivo compulsivo. Entre sus manías enfermizas estaban la fobia a los gérmenes, su obsesión con el número tres y la creencia de que el sexo entorpecía las carreras científicas.
El éxito de películas como A Beautiful Mind, de Ron Howard, demostró que la vida tan singular de estas mentes privilegiadas interesa. No solo eso, la curiosidad que suscitan sus tribulaciones también ayuda a acercarnos a su legado. John Nash tal vez pasaría desapercibido para el gran público si su historia nunca hubiera sido llevada al cine. La película, gustos cinematográficos a un lado, lo convirtió en un personaje popular. Hace unos meses, The Imitation Game, de Morten Tyldum, consiguió algo similar con Alan Turing. Reportajes durante semanas sobre el matemático y asombro entre los que no tenían ni idea de que una máquina llamada Enigma, que él ayudó a desarrollar, había jugado un papel clave en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Descifró los códigos secretos de los nazis. Turing fue además el padre de la inteligencia artificial y de los ordenadores. No cabe duda de que fue un hombre plagado de excentricidades, pero nunca se llegó a demostrar que fuera Asperger o que sufriera algún tipo de autismo, como insinúa la cinta.
No es una estrella de rock pero casi como si lo fuera. La Teoría del todo, de James Marsh, revivió aún más el mito de Stephen Hawking. Probablemente el paciente más longevo del ELA. Su mente es la única parte de su cuerpo que todavía se mueve a pesar de la esclerosis lateral amiotrófica que sufre. Se la diagnosticaron al poco tiempo de cumplir los veinte. Para sus allegados era de locos que siguiera investigando entonces. 50 años después Hawking continúa vivo y trabajando. Un logro tan enigmático como los agujeros negros que estudia.
¿Hay alguna conexión entre la genialidad y la locura? Aunque algunos artículos apuntan algún vínculo, pensar en esta posibilidad como un axioma sería caer en un tópico poco científico. La creatividad requiere pasión y esfuerzo. Solo hay una cosa que parece ser demostrable: el cerebro de Albert Einstein no era normal, físicamente hablando. Sus lóbulos parietales tenían una morfología atípica. Casi nadie entiende la relatividad pero todos saben quién es Einstein. El primer científico pop. Bienvenidos sean los biopics que nos permitan saber de estos seres extraordinarios. Por cierto, se echan en falta los de Newton, Tesla o el propio Einstein.