El gurú del autocontrol llega a España

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 Quién no se ha planteado que si tuviera más fuerza de voluntad su vida sería mejor. La respuesta a esa pregunta la da Walter Mischel en su libro «El test de la golosina» que acaba de publicarse en España. 

10 may 2015 . Actualizado a las 05:10 h.

Pensamientos como este: «Solo una y me voy a casa». ¿Cuántas personas se han dicho algo así a lo largo de su vida y luego se han levantado a la mañana siguiente con una resaca de muerte porque una copa se convirtió en muchas copas una detrás de otra? ¿Quién no ha pensado: por qué no soy capaz de dejar de fumar, de ir al gimnasio todas las semanas, de aprender inglés de una vez o de ahorrar más?

La respuesta a esa pregunta la da el prestigioso psicólogo estadounidense Walter Mischel en su libro El test de la golosina que acaba de publicar la editorial Debate en España. Y esa respuesta es que efectivamente quien tiene más fuerza de voluntad tiene una vida mejor o, al menos, consigue más logros.

Esa respuesta está basada en un célebre experimento que Mischel realizó en la Universidad de Stanford hace más de cuarenta años: El test de la golosina o, como se llamó en inglés, The marshmallow test. Los marshmallows son una de las chucherías más populares entre los niños estadounidenses, es lo que en España conocemos como nubes.

El experimento lo hizo Mischel con niños de cuatro años, sus propias hijas y los de otros colegas de la universidad. Les ponía a los críos un plato con las chuches delante y les explicaba que él tenía que salir un rato de la habitación. Los niños podían coger una sola chuche si lo hacían inmediatamente pero si esperaban a que él volviera tendrían dos chuches. Algunos de los niños no esperaron la recompensa y cogieron inmediatamente la chuche que les estaba permitida. Pero otros sí esperaron, tuvieron la fuerza de voluntad necesaria para aguardar la vuelta del investigador y obtener así la recompensa. Una de las cosas que estudiaron los investigadores es qué hacían los niños que esperaron. Sus acciones además de divertidas fueron muy indicativas. Utilizaban estrategias para resistir la tentación: algunos se taparon los ojos para no ver el plato de las chuches, otros cantaron para distraerse, otros se hablaron a sí mismos para darse ánimos, otros se levantaron y se pusieron a mirar hacia otro lado. Ese uso de estrategias para resistir les dio a los investigadores algunas de las claves para su teoría sobre la fuerza de voluntad, la capacidad de autocontrol y la fortaleza para demorar la gratificación. Pero el aspecto más importante del trabajo de Mischel fue la continuación de la investigación. Su equipo estudió las vidas de 59 de aquellos niños durante los siguientes treinta y cinco años. Descubrieron que los resultados en las pruebas de voluntad se mantuvieron prácticamente constantes a lo largo de esas casi cuatro décadas. Y no solo eso, los niños que resistieron la tentación y esperaron para su recompensa, obtuvieron mejores calificaciones en el colegio y en la universidad y, en general, tuvieron más éxito en sus vidas. 

Uno podría pensar que entonces no hay nada que hacer, que si uno no tiene fuerza de voluntad no la tiene y se acabó. Pero la investigación de Mischel dice justo lo contrario, como ha explicado el propio psicólogo a La Voz: «El autocontrol se puede aprender. Es más fácil hacerlo en la niñez pero también puede lograrse más adelante en la vida». Aquí es donde entra la comprobación de los investigadores de que los niños utilizaban estrategias para resistir la tentación. A partir de esa observación, hicieron otro experimento, a los niños que no habían esperado la vuelta del científico, les dieron ideas para que lograran resistir. A una de las niñas, por ejemplo, le pidieron que se imaginara que las golosinas no eran reales sino que se trataba de una fotografía. Cuando el investigador regresó al cabo de quince minutos a la habitación donde estaba la niña, esta había esperado sin comerse su chuche. Y a la pregunta del investigador sobre cómo lo había logrado, la respuesta de la niña fue: «Porque las chuches de las fotos no se pueden comer». A partir de aquí, las teorías de Walter Mischel empezaron a cobrar cada vez más importancia por su evidente posibilidad de aplicarlas a la educación.

Hay además otro aspecto que Walter Mischel destaca de las conclusiones que pueden extraerse de sus investigaciones: «La capacidad de autocontrol y la posibilidad de demorar las gratificaciones da a la gente el poder de elegir cuando quieren, es decir, los hace más libres ?explica a La Voz?. Las personas que consiguen esto pueden controlar sus tentaciones y su comportamiento como quieran».

Críticas al experimento

Aunque Walter Mischel es una eminencia en Estados Unidos y su teoría del test de la golosina uno de los experimentos fundamentales en el desarrollo de la psicología norteamericana, sus investigaciones también han tenido críticas. La principal tiene que ver con la muestra sobre la que se hizo el experimento, aquellos hijos de profesores de la Universidad de Stanford. Algunos científicos han acusado a Mischel de que la muestra no era representativa. Todos eran niños de familias de clase media alta y de un ambiente intelectual muy exclusivo. Y ello, dicen los críticos, contaminaría necesariamente los resultados e impediría que estos pudieran trasladarse al resto de la población.

Para contrarrestar esas críticas, Walter Mischel realizó otros experimentos similares en otros grupos de niños, uno de ellos en el barrio neoyorquino del Bronx, es decir en una población que era justo lo opuesto a los hijos de los profesores de Stanford. Y los resultados que obtuvieron los investigadores fueron prácticamente los mismos con los niños del Bronx que los que habían logrado con los de Stanford. Otra de las críticas ha sido sobre el principio de autoridad. Los que la formulan dicen que no puede separarse este principio, es decir que habría niños que esperarían la vuelta del investigador porque este les había pedido que lo hicieran y no porque tuvieran más fuerza de voluntad sino porque no eran capaces de desafiar la petición de un adulto. La respuesta de Walter Mischel a esta crítica es que los experimentos se hicieron siempre intentando contrarrestar ese principio de autoridad. El investigador que interactuaba con los niños pasaba mucho tiempo previo jugando con ellos hasta que los niños tenían confianza en él, le conocían y no lo veían como una figura de autoridad. En cualquier caso y a pesar de esas críticas, la teoría de Mischel es reconocida como una de las más importantes dentro de las que tienen que ver con la personalidad. Y además puede aplicarse a muchos aspectos de la vida. Cualquiera puede imaginarse un buen número de ellos, aunque la respuesta de Walter Mischel a la pregunta de La Voz sobre cuáles son esas aplicaciones tiene la retranca del humor judío: «Hay muchas posibles aplicaciones y todas están en mi libro. Por eso lo escribí».