Mi hermana me salvó la vida

EXTRA VOZ

PACO RODRÍGUEZ

Detrás de muchos trasplantados está la generosidad de las personas que donan sus órganos en vida. En un momento con escasez de donantes fallecidos, la medicina mira hacia los vivos para ofrecer esperanza

15 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La imagen de la portada es un buen indicador de las opciones que se abren con un trasplante. Las dos mujeres son las hermanas Dayana y Andreína Liendo Huggins, la primera donó, en el 2009, un riñón a su hermana mayor, a la que un año antes detectaron una enfermedad renal. Fue una decisión, asegura, que tomó tras informarse, de la que no se arrepiente en absoluto y que le permite mantener una vida absolutamente normal. «Parir fue más doloroso», explica a modo de rápida comparativa y dice que no se limita por haber donado un órgano. Para ella son todo beneficios, ya que ha visto a su hermana recobrar la salud, mejorar de ánimo y hasta coger peso. La necesidad de un trasplante se ha vuelto a cruzar en la vida de esta familia solo seis años después. El joven al que abrazan en la foto es Benjamín Rafael Cordero Gómez, venezolano como ellas y pareja de la hija de Dayana. Chucho, como lo llaman, está sometiéndose a diálisis, primero lo hizo en Compostela y ahora se ha trasladado a A Coruña para realizar su futuro trasplante, como ellas, en el Chuac, y facilitar con ello el respaldo familiar. 
«Mi hija le quiso donar, pero él no quiere, yo la animé y le dije que por mí no había problema», explica Dayana, que no duda en colaborar siempre que se quiere divulgar las donaciones entre vivos, más en un momento en el que se reducen las opciones de conseguir órganos de personas fallecidas entre otros factores por la reducción de la siniestralidad y la elevada tasa de las negativas familiares, que en Galicia se sitúa en un 27 %. Esa buena disposición a la donación se justifica porque ambas siguen agradecidas a  los resultados de la operación que a Andreína le sacó de las garras de la diálisis, que la consumía. 
Chucho, que conoció a su pareja cuando esta le ayudó a traducir una entrevista que le hicieron en gallego cuando él estaba en diálisis, lleva cuatro años en Galicia y su enfermedad renal deriva de un accidente que sufrió en su país. Un conductor derribó una cancha de baloncesto que le cayó encima, lo que lo abocó tres años a una silla de ruedas y por cuyas secuelas tiene reconocida un 68 % de incapacidad. Ahora, lleva varios meses pendiente de una ayuda, porque el tratamiento le impide seguir trabajando. Estuvo un tiempo compatibilizando la diálisis con su labor en una orquesta, pero asegura que no puede seguir el ritmo de sesiones vermús y actuaciones nocturnas que conlleva este tipo de contratos debido al cansancio que le causa el tratamiento. 
Este músico de 40 años está ahora a la espera de una operación previa  para reconstruir la vía urinaria, que está fijada para el próximo mes, y después está prevista la llegada de un hermano, que aprovechará unas vacaciones para que someterse a las pruebas de compatibilidad y ver si puede ser el donante. «Mi hermano está erre que erre que quiere hacerlo», explica aún sin estar muy convencido de aceptar ese regalo. Es por eso por lo que puso reparos al ofrecimiento de su novia, porque cree que con 25 años es muy joven para someterla a este tipo de intervenciones y más cuando tienen muchos planes de futuro.   
Los hermanos Jartín Folgueira han pasado por un proceso similar al de las hermanas Liendo Huggins. En agosto Josefa, de 59 años, le donó un riñón a su hermano Aniceto. Ambos no se cansan de repetir que están «xenial». La evolución de una enfermedad hereditaria conducía a Aniceto a diálisis y fue en ese momento cuando su hermana se ofreció a donarle un riñón. No pudo evitarle ese trago porque tuvieron que hacer las pruebas del estudio, pero fueron solo tres meses. «Partiu de min voluntariamente, penseino eu soíña, decidino e en principio el dixo que non, porque comezouse a emocionar, pero eu insistín porque foi algo que decidín libremente e díxenlle: todo vai saír ben e se sae mal non hai responsables», relata rememorando aquel día.
«Ao traballar no ámbito sanitario a decisión é máis fácil porque confío no hospital, coñezo o servizo, non traballei nel, pero sei que é un equipo moi ben formado e levan anos traballando moi ben, pero a decisión principal para ser doante é que se sabe que unha persoa pode vivir perfectamente cun ril só e el necesitábao, estaba mal», explica Josefa, que es auxiliar de clínica en el Complexo Hospitalario A Coruña, donde fueron operados. Fue ella la que se dirigió a la Coordinación de Trasplantes para tener información y ese mismo día les confirmó su decisión. 
Como todos los donantes, se sometió a un concienzudo estudio médico y a una valoración de la salud mental. «Lévanno moi ben, fanno con moita responsabilidade e informan moito ó doante», relata Josefa. La única nota negativa en todo el proceso fue que la madre de ambos falleció mientras estaban realizando las pruebas. En ellas se comprobó que sus grupos sanguíneos no eran compatibles, por lo que Aniceto tuvo que ser sometido a un tratamiento antes de la intervención, pero el posoperatorio fue tan bueno que no llegó a estar ingresado más que nueve días y en el caso de Josefa le permitieron salir del hospital al tercero. 
«O equipo un 10, o trato foi moi bo», comentan. Aniceto, que regenta con su mujer, que no podía ser donante porque también tiene quistes en el riñón, o Mesón do Pulpo en A Coruña, todavía no ha vuelto al trabajo, aunque hace ya vida normal. Su hermana se incorporó al hospital «ao mes e tres semanas» y sostiene que «non notei nada», si se le pregunta si percibe distinta la zona donde estaba el riñón que ahora lleva su hermano. «Eu estou de marabilla», comenta Aniceto, que reconoce que su vida ha cambiado notablemente. «Dincho para que melloraras, senón non cho daba», lo corta su hermana entre risas.