Nuccio Ordine: «Por dignidad humana e incluso por egoísmo, solo podemos ganar unidos»

Filósofo, escritor y profesor, dice no estar seguro de que esta experiencia nos haga mejores


Cree Nuccio Ordine (Diamante, 1958) que siempre es buena idea volver a los clásicos -él acaba de releer la Eneida- cuando uno se siente perdido. Por Skype, desde el despacho de su casa en la ciudad universitaria de Rende, este referente en el estudio del Renacimiento y de Giordano Bruno nos adelanta que prepara un libro de cuentos, «como un Decameron de Boccaccio» traído al presente. «Puedes derrotar la tristeza con la risa», sostiene. Aunque él no lo crea, en un tiempo de incertidumbre, sus sabias palabras a través de una «fría pantalla» son reconfortantes. En octubre, el profesor de la Universidad de Calabria al que podemos leer en castellano en La utilidad de lo inútil, Acantilado,y en gallego (A utlidade do inútil, Kalandraka), ingresó en la Real Academia de Bélgica. «La humanidad es una», repite el filósofo.

-¿Cómo ha sobrellevado este año?

-Por primera vez, he comprendido la dificultad de vivir una vida sin fechas. Es un privilegio y tiene unas terribles consecuencias. Una paradoja. Comprendí la importancia de un ritmo lento: en nuestra sociedad se piensa que, cuanto más rápido, mejor. El tiempo se proyecta para ganar dinero, pero hay un beneficio diferente, para uno mismo. Perder tiempo es muy importante para ganar tiempo para ti.

-¿Cuál es la parte mala?

-Estar encerrado no te permite el diálogo directo. Hay locos, incluidos rectores, que piensan que lo telemático es el futuro de la enseñanza. Es útil como complemento, pero sin comunidad, sin relaciones humanas, no puede haber transmisión del conocimiento. Sin la presencia no puedes tener una formación verdadera. Es desolador caminar por mi universidad. Yo no estoy en contra de la tecnología. En el confinamiento, la única posibilidad para hablar con mi mamma, a 100 kilómetros, fue la videollamada. Eso es una necesidad, pero no me puedo imaginar cultivando relaciones humanas solo a través de Telegram o WhatsApp. Esta pandemia ha acelerado un proceso antropológico, como una anticipación del futuro.

-¿Y cómo será el futuro?

-El hombre del futuro es un hombre encerrado en su casa que no tiene ninguna relación social. Amazon te trae el libro; el restaurante, el plato de paella; teletrabajas y te teleformas. Hay, además, un mecanismo muy perverso de las multinacionales digitales: la proyección del consumismo infinito. Hay una simbología en esa numeración de los iPhone 11, 12, 13, 14.... En los planes educativos, es la enseñanza 2.0. ¿Qué quiere decir eso? Que el pasado, lo anterior, no sirve para nada. Solo el futuro que puede venir. En el Olimpo griego, la memoria es la mamma de todos los saberes. Sin memoria, no hay conocimiento y, en la vida de un país, los viejos, que ahora parece que no sirven para nada, son el ejemplo viviente de la memoria.

-No le gusta hablar del virus, ¿por qué?

-Si no tienes competencias, no puedes hablar. En Internet, en la televisión... hay ignorantes que hablan de virus. Es normal que haya incertidumbre. Toda la historia de la ciencia es una historia de hipótesis diferentes cuando no tienes un conocimiento cierto. La ciencia tiene que investigar, es estudio y búsqueda de la verdad, no posesión de la verdad absoluta. El desprecio de la ciencia es típico de los ignorantes. Trump o Bolsonaro son la estructura del hombre ignorante. Es irresponsable que hablen de cosas de las que no saben, los que los escuchan se sienten legitimados. Tenemos una educación que baja de nivel cada año y una clase política y dirigente que baja de nivel porque no tiene cultura. La pandemia ofrece como una radiografía de todo esto para hacernos comprender los peligros del futuro.

-¿Seremos mejores cuando esto pase?

-No estoy seguro de que esta experiencia nos haga mejores. La pandemia ha acelerado la conciencia medioambiental y la relación con la muerte y el sufrimiento nos ha hecho comprender que la lógica económica no es la única para medir la vida. Le ha pasado a Boris Johnson, que cambió su discurso en el Reino Unido después de enfermar. Pero un año es muy poco tiempo para responder a la pregunta.

-Hace un año dijo que el norte, países como Holanda, no tienen autoridad moral sobre el sur, pongamos Italia o España.

-La autoridad moral no se puede medir por la potencia económica. Pienso que la humanidad se comprende mejor en las realidades que no tienen una fuerza económica muy potente. Es en los países pobres donde se cultivan las relaciones humanas más fuertes. El covid nos ha hecho comprender los límites de una Europa que no tiene una política unitaria. Los países soberanistas que piensan solamente en los intereses del pequeño perímetro nacional no han comprendido nada, que a la hora de matar al virus, vamos en el mismo barco. En Italia, en Lombardía, un gobernante dijo que hay que empezar por vacunar a los trabajadores, que los abuelos no lo necesitan. Es aberrante. El reparto de las vacunas no es una subasta de Christie's. Hay una reflexión maravillosa de John Donne: «El ser humano no es una isla separada». Los Estados, tampoco. Tienen que participar en las farmacéuticas, en las que se invierten muchos fondos públicos. ¿Qué sentido tiene que se vacunen todos en un país rico y no en uno pobre, donde el virus puede mutar y volver a extender el contagio? Por dignidad humana e incluso por egoísmo, solo podemos ganar unidos. Si hemos podido desarrollar vacunas es por la colaboración internacional. El covid ha demostrado que el neoliberalismo rapaz es una política fallida. Ahora tenemos que invertir más de lo que se ahorró en 30 años de recortes en sanidad pública y en educación. En todas las crisis hay una ocasión. Está en las personas cogerla o no. Si olvidamos lo que hemos vivido en este tiempo de pandemia, esto no ha servido para nada.

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