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El bloque progresista sustituye a la mayoría secesionista en la política catalana

Cristian Reino BARCELONA/COLPISA

ESPAÑA

Pere Aragonès (izquierda) y Salvador Illa (derecha) tras alcanzar el acuerdo presupuestario.
Pere Aragonès (izquierda) y Salvador Illa (derecha) tras alcanzar el acuerdo presupuestario. Lorena Sopêna | EUROPAPRESS

Socialistas y republicanos descartan de momento una alianza que vaya más allá de los presupuestos de la Generalitat

05 feb 2023 . Actualizado a las 17:28 h.

Hace casi cuatro años, en mayo del 2019, Pedro Sánchez y Oriol Junqueras se dieron la mano en el Congreso. «Tenemos que hablar», le dijo el líder de ERC al presidente del Gobierno. El republicano había salido brevemente de prisión para poder asistir a la sesión constitutiva de la XIII legislatura.

Ahí empezó públicamente el diálogo entre los socialistas y ERC, que la semana pasada cerraron el círculo con un acuerdo para aprobar los presupuestos de la Generalitat. La entente entre socialistas y republicanos se consolida, con el horizonte a medio plazo de una eventual nueva investidura de Pedro Sánchez.

Las dos partes coinciden en que en Cataluña solo es un acuerdo puntual y que no habrá tripartito, aunque no cierran la puerta del todo. En estos cuatro años, han llegado a pactos de todo tipo. Desde la elección de Sánchez, a los Presupuestos Generales del Estado, pasando por los indultos o la reforma del Código Penal.

Una alianza que ha costado, pero que también ha llegado a Cataluña, lo que ha consumado la ruptura de la política de bloques: durante más de una década solo había independentistas y constitucionalistas. ERC y Junts (y sus siglas convergentes anteriores) han gobernado juntos en Cataluña en diferentes fórmulas desde el 2012.

Pilotaron los años duros del desafío independentista y digirieron juntos el largo aterrizaje del «postprocés». La ruptura del bloque secesionista se ha retransmitido por capítulos. La primera división se produjo tras la declaración unilateral de independencia, en octubre 2017.

Unos (Junqueras, entre ellos) decidieron asumir las consecuencias penales y otros (Puigdemont, entre ellos) apostaron por huir y por tratar de mantener la épica de la confrontación. El expresidente es a día de hoy el único que vive anclado en el pasado de octubre del 2017. Aún tiene capacidad de desestabilizar el tablero político catalán.

La segunda quiebra, y profunda, fue cuando ERC se negó a investir telemáticamente a Puigdemont, en el 2018. Aun así siguieron juntos, casi por inercia. ERC invistió a Torra (mayo del 2018), pero ya era cuestión de tiempo que el divorcio se consumara. Mientras tanto, el 1 de junio del 2018, Mariano Rajoy dejó la presidencia del Gobierno, como consecuencia de una moción de censura, en la que participaron, entre otros, ERC y el PDeCAT (en contra de la opinión de Puigdemont).

Los republicanos se aliaban al PSOE y el partido de Puigdemont se rompía.

El último baile

Torra adelantó elecciones, porque la confianza entre socios estaba rota. Aún se dieron una última oportunidad, tras las elecciones del 2021, ganadas por el PSC, por delante de ERC y en las que Junts quedó relegada a la tercera posición.

La mayoría absoluta de ERC, Junts y la CUP fue un espejismo. Esquerra ha concluido que la pugna por la hegemonía del soberanismo contra Junts es mejor librarla con un gobierno en solitario.

La salida de Junts del Govern rompió el secesionismo y cerró una etapa. Un exconsejero de la Generalitat de ERC define así la situación actual. «El Procés (en mayúscula), entendido como una marca» y que se puso en marcha en 2012, de la mano de Mas y Junqueras, se ha acabado. Lo que no se ha terminado, dice, es el proceso (en minúscula) de emancipación nacional de Cataluña, que solo terminará cuando los catalanes voten en un referendo.

Tras explorar la vía unilateral, que acabó como el rosario de la aurora, con nueve líderes en prisión y una sociedad profundamente dividida, los republicanos apuestan por un referendo acordado con el Gobierno. Sin prisas.

Mientras acumulan fuerzas para negociar una consulta, se abre una nueva etapa para la política catalana, sin bloques, donde se habla más del eje derecha-izquierda que del eje identitario y en la que el PSC asume un papel protagonista. ERC y el PSC han acordado los presupuestos catalanes. Primer pacto transversal desde el 2012. Aquel año, el PP aún sustentaba al Govern de Mas.