La ley, por el forro

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA FRANCISCO ESPIÑEIRA

ESPAÑA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Pere Aragonès, en una imagen de archivo en Barcelona
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Pere Aragonès, en una imagen de archivo en Barcelona Quique Garcia | EFE

01 jun 2022 . Actualizado a las 15:13 h.

Mientras el presidente Pedro Sánchez repetía a las cámaras del debate previo a las elecciones del 2019 (23 de abril, san Jorge, patrón de Cataluña) que «nunca, nunca, cuántas veces quiere que lo repita, nunca» pactaría con los independentistas catalanes que le había aupado con sus votos a la presidencia del Gobierno en la moción de censura de la que ahora se cumplen cuatro años, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y el resto de líderes del 1-O, condenados por sedición y malversación del dinero de todos los españoles, nos prometían que «lo volveremos a hacer».

Desde el 10N, Sánchez hizo todo lo posible por satisfacer a unos aliados inestables y poco de fiar. Les dio una mal llamada mesa de negociación que no fue más que de una mesa de concesiones, les concedió los indultos a quienes nunca se arrepintieron, les perdonó las millonarias multas por sus desmanes con un aval de la estafada Generalitat e hizo la vista gorda con todas las tropelías de unos independentistas empeñados en crear su Utopía particular sin pensar en que la mayoría de los catalanes no están en esa pantalla.

Ahora, el penúltimo esperpento es el trágala con el decreto sobre el uso del castellano, una lengua tan oficial como el catalán, en la enseñanza. Pedro Sánchez y su desconocida ministra de Educación dicen con la boca pequeña que harán cumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obliga a impartir un mínimo del 25 % de las horas lectivas en castellano.

Lejos de hacer cumplir la ley, este Gobierno que se harta de llamar anticonstitucionales a todos los partidos que no secundan su entreguismo ante los separatistas, se dedica al blablablá en las ruedas de prensa mientras Pere Aragonès y sus cuates siguen imponiendo su agenda cuasi xenófoba para imponer una Cataluña monolingüe que en realidad no existe. Pero esa es su apuesta: pasarse la ley por el forro y construir una mayoría social independentista a través de la exclusión de los bilingües y de los que se sienten tan catalanes como españoles de su Cataluña.