Aragonés aguanta el pulso de Junts y echa de la mesa de diálogo a sus representantes

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en una imagen de archivo.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en una imagen de archivo. Quique García | Efe

JxCat abre una crisis de gobierno al proponer para la cita a dos indultados

15 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Gobierno central y el catalán se reunirán esta tarde en el palacio de la Generalitat en la segunda cita de la mesa de diálogo, aparcada desde febrero del 2020. Pedro Sánchez acudirá acompañado por seis ministros, mientras que a Pere Aragonès solo le asistirán dos consejeros. El presidente de la Generalitat decidió ayer dejar a Junts fuera del encuentro y abrió una crisis muy profunda en su Ejecutivo.

Prescindió de sus socios después de que intentaran reventar el encuentro proponiendo cuatro representantes de su partido, dos de ellos dirigentes indultados por el Gobierno, Jordi Turull y Jordi Sànchez. Los otros dos eran Jordi Puigneró, vicepresidente de la Generalitat, y Miriam Nogueras, portavoz en el Congreso. Aragonès montó en cólera y acusó a sus socios de romper un acuerdo. Fuentes republicanas interpretaron que Junts intentó dos cosas: torpedear la mesa y poner a prueba el liderazgo de Aragonès.

Los de Puigdemont pensaban que el presidente catalán daría su brazo a torcer y aceptaría la propuesta, pero respondió a sus socios con otro órdago y dejó a los posconvergentes fuera de la mesa, un foro en el que nunca han creído, siempre han aceptado a regañadientes y han tratado de dinamitar. Aragonès dio su primer puñetazo en la mesa desde que es presidente (cien días), pero dejó al Gobierno herido. Fuentes de su entorno no descartaban nada, ni crisis de gobierno ni que la coalición salte por los aires. 

Mesa coja

El presidente de la Generalitat priorizó la celebración de la mesa, su gran apuesta de la legislatura, a la cohesión del Ejecutivo, ya debilitada en las últimas semanas, por las discrepancias en torno al aeropuerto de El Prat y por las pitadas en la Diada y la menor asistencia de manifestantes.

La mesa, por tanto, tendrá tres patas y no cuatro, como estaba previsto, y no solo nace coja, sino que apenas se le vislumbra recorrido. Habrá representantes del PSOE, Unidas Podemos y ERC. Faltará Junts. Por ello, la posición de Aragonès, que se jacta de haber conseguido sentar al Gobierno para hablar sobre autodeterminación y amnistía, será muy frágil. Salvo que Junts dé marcha atrás, la delegación catalana acude a la cita mutilada. Esquerra apenas representa al 25 % de los diputados del Parlamento autonómico.

El independentismo escenificó que está en guerra. Esquerra apuesta por la mesa y por mantener la estabilidad del Gobierno central, mientras que Junts defiende la unilateralidad y asegura que la vía de diálogo está muerta. La división se exhibió el sábado pasado con toda su crudeza, con los gritos de traidor proferidos por manifestantes contra Oriol Junqueras y Pere Aragonès en la Diada.

Tras el ultimátum de Aragonès, Junts avisó que «no modificará» el listado de los miembros propuestos y acusó al presidente de la Generalitat de aceptar el veto del Gobierno central. Republicanos y posconvergentes discreparon sin paños calientes durante todo el día. Aragonès habló de un pacto verbal para que la delegación fuera solo con integrantes del Gobierno, mientras Junts lo negó y se remitió al acuerdo de investidura que dejaba la puerta abierta a que se incorporaran miembros ajenos al Ejecutivo. En lo que coincidieron ambas partes es en negar la crisis de gobierno, al menos en público. Otra cosa es en privado.

Sánchez cree que la división en el Ejecutivo catalán es la prueba de que el conflicto no es solo con el Estado 

p. de h.

«Lo importante es que habrá mesa», reaccionó ayer la Moncloa a la trifulca entre los socios en el Gobierno catalán. «Y este -apuntaron- va a ser un camino muy largo».

Pedro Sánchez tiene ahora una prioridad: transmitir a la sociedad catalana que concede una enorme importancia a la resolución de un problema en el que lleva enfangada más de diez años y no soliviantar al resto de españoles, incluidos dirigentes de su partido, con prebendas o concesiones al margen de la ley. Como ya ocurrió con la ampliación del aeropuerto de El Prat, las desavenencias en la Generalitat le dan la oportunidad de trasladar la responsabilidad de la falta de avances al Gobierno catalán, mientras con su presencia en la mesa lanza el mensaje de que le concede «máxima trascendencia institucional», dicen en su entorno.

El jefe del Ejecutivo aprovechó las tensiones en el Gobierno autonómico para argumentar que cada vez es más evidente que no solo es preciso el entendimiento entre la Generalitat y el Estado sino también, y más aún, entre los propios catalanes entre sí. E instó a crear otra mesa de diálogo entre las fuerzas políticas de Cataluña.

En una respuesta durante la sesión de control en el Senado a la republicana Mireia Cortès, Sánchez avisó además de que el independentismo debería hacer autocrítica de lo sucedido en el 2017 y abandonar las posiciones maximalistas. «Hablar -dijo- de aquellas cosas que nos acercan porque si todo se reduce a hablar de referéndum y amnistía no es diálogo sino imposición».

Y rebajó expectativas con la cita de hoy en el Palau de la Generalitat al avisar de que «lo que ocurrió en diez años no se va a resolver en dos años, ni en tres, ni en cuatro».