El rey ensalza a las víctimas del terrorismo porque son un «pilar ético de nuestro sistema democrático»

David Guadilla, Lorena Gil VITORIA / COLPISA

ESPAÑA

Los reyes en una recreación del zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara
Los reyes en una recreación del zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara Francisco Gomez | EFE

Felipe VI presidió en Vitoria la inauguración del Centro Memorial, que rinde tributo a los 1.453 españoles asesinados en actos terroristas

01 jun 2021 . Actualizado a las 19:30 h.

El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, nacido con el objetivo de recordar la barbarie, homenajear a quienes sufrieron en primera persona el dolor y sentar las bases para que nada de eso vuelva a ocurrir, ya es una realidad. Quedó inaugurado este martes en un acto que ofreció una imagen simbólica: la de los reyes y el presidente del Gobierno entrando en la recreación del zulo en el que estuvieron Julio Iglesias Zamora y José Antonio Ortega Lara. Fue, sobre todo, un tributo a las víctimas, a las que Felipe VI definió como un «pilar ético de nuestro sistema democrático» y cuya memoria «es un elemento esencial para evitar cualquier legitimación o justificación del terrorismo y para que no se vuelva a repetir el injusto dolor causado».

El agujero en el que estuvieron el empresario guipuzcoano y el funcionario de prisiones es la parte más llamativa de un centro, ubicado en la antigua sede del Banco de España en Vitoria, que «no olvida» el dolor causado por todos los terrorismos que han golpeado España durante las últimas décadas. No solo recuerda a quienes sufrieron el zarpazo de ETA, también a los que padecieron el de los GAL, el Batallón Vasco Español, los Grapo y el yihadismo. El «espacio relevante» que se guarda para ETA y para sus víctimas, como reconocieron desde el centro, se debe a un solo motivo. Sus acciones «son las que más daño personal y más impacto político han provocado».

Recuerdo a David Beriain y Roberto Fraile

En total, el terrorismo ha terminado con la vida de 1.453 personas —se incluye a los españoles asesinados en el extranjero—, y de ellas, las asesinadas por ETA fueron 853. Las dos últimas en añadirse han sido los periodistas David Beriain (ex corresponsal de guerra de La Voz de Galicia) y Roberto Fraile, asesinados hace unas semanas en Burkina Faso.

La exposición es un recorrido por el dolor y recuerda, en palabras de Felipe VI, que las víctimas son «un símbolo de la defensa de nuestras libertades y del Estado de derecho, que representan los valores que los terroristas pretendieron destruir». En esa misma línea se expresó Tomás Caballero, presidente de la Fundación de Víctimas: «El dolor y el sufrimiento padecido por el conjunto de la sociedad española fue el tributo que tuvimos que pagar para defendernos frente a los terroristas que pretendían imponer su ideología con la fuerza de las armas».

El rey apeló a «la dignidad» de los damnificados y recordó que el centro tiene como grandes objetivos «preservar y difundir los valores democráticos», «construir la memoria colectiva de las víctimas» y «concienciar al conjunto de la población en la defensa de la libertad y de los derechos humanos y contra el terrorismo».

El Memorial recoge testimonios directos de las víctimas, llamadas telefónicas, imágenes simbólicas y gráficas, armas incautadas a diversos comandos... todo con un objetivo pedagógico. Porque si algo tienen claro sus responsables es que una de sus principales metas tiene que ser trasladar a los jóvenes lo que fue para que no vuelva a ser. «Preservar la memoria de las víctimas es un elemento esencial para que las generaciones venideras sean siempre conscientes de la gravedad de lo sucedido, del dolor que el terrorismo provoca a toda la sociedad», destacó Felipe VI.

Ni Sánchez ni Urkullu pronunciaron discursos públicos. Pero sí realizaron una valoración en las redes sociales. El presidente del Gobierno destacó que se trata del «primer centro de Europa dedicado a las víctimas del terrorismo» y aseguró que «preservará y difundirá nuestra memoria y los valores que nos hacen más fuertes como sociedad» porque «recordar es un ejercicio de justicia y dignidad y una exigencia moral».

El lendakari, por su parte, recordó que «ninguna razón política puede anular la dignidad, la integridad y el derecho a la vida». «Este Centro Memorial se suma a la voluntad compartida de consolidar una convivencia justa, pacífica e inclusiva», señaló Urkullu.El respaldo mayoritario al centro no es, en todo caso, unánime. La izquierda aberzale y Ezker Anitza, por ejemplo, lo han criticado por no incluir a las víctimas del 3 de marzo o de la dictadura.

Un paseo por el «banco de la memoria»

Se presenta el Centro Memorial como un espacio de encuentro y reflexión que gira sobre cuatro principios: «Verdad, memoria, dignidad y justicia».

Hace una década que se puso la primera piedra política de este proyecto que este martes, con la inauguración de su exposición permanente, un secreto guardado con mimo, se convirtió en una realidad. Es el de Vitoria el primer memorial dedicado a las víctimas del terrorismo que existe en Europa y su mirada acompaña al visitante durante todo el recorrido.

700 metros cuadrados divididos en dos plantas. Ese es el espacio que ocupa la muestra. Cuenta con seis salas permanentes y una séptima que se destinará a exposiciones temporales —en la actualidad, la ocupa la muestra fotográfica de Eduardo Nava sobre el atentado del 11M—. La primera de las paradas se concibe como la recepción. Bautizada como «Aquí, ayer», en ella se explica la razón de ser del Centro Memorial y la historia del edificio, antiguo teatro y Banco de España. Su nombre está inspirado en la exposición «Auschwitz. No hace mucho, no muy lejos», que recaló en Madrid en el 2018.

Es una primera toma de contacto que lleva hasta el «espacio de la memoria» o segunda sala. La más amplia y diáfana, está dedicada a Ana María Vidal Abarca, impulsora de la primera asociación de apoyo a las víctimas del terrorismo: la Hermandad de Familiares, hoy AVT —se expone el acta fundacional—. Ocurrió en diciembre de 1980, meses después de que ETA matara a su marido, Jesús Velasco, en Vitoria. La familia ha cedido varios objetos personales: una cartera, agujereada por una bala y aún con restos de sangre, y su boina de jefe del Cuerpo de Miñones.

Al girar la vista hacia la derecha, un enorme mural dota de un gran simbolismo a la estancia. Es el cuadro del paraguas de José Ibarrola, que el autor convierte en «una metáfora de aquello que crees que te protege, pero no impide que acabes mojado». Ibarrola se inspiró en una fotografía tomada en el lugar el que su amigo José Luis López de Lacalle fue asesinado por ETA. La víctima estaba en el suelo, tapada con una sábana blanca, junto a un paraguas rojo.

Medio centenar de paneles con textos y fotografías, una veintena de audiovisuales —en el arranque se proyecta un primer vídeo con testimonios de familiares de víctimas—, once elementos interactivos, así como más de 200 objetos donados por víctimas, colectivos pacifistas y Fuerzas de Seguridad del Estado, entre otros, se reparten a lo largo de la muestra.

El contenido se ofrece en castellano, euskera e inglés.

Niños y secuestros

La exposición hace alusión a todos los grupos terroristas que han actuado en España, desde ETA —ocupa un lugar destacado, debido a la violencia que ejerció durante décadas—, hasta los GAL, pasando por la ultraderecha, los Grapo y el yihadismo. Un balance de la sinrazón de la violencia con una contextualización académica. Esta última se encuentra en la tercera sala. En ella se recoge la historia del terrorismo de manera cronológica desde 1960, año de partida de la ley estatal de víctimas —-la primera reconocida es la niña Begoña Urroz—: dictadura, transición y democracia.

Se destacan hitos importantes como el proceso de Burgos, el asesinato de Carrero Blanco o el nacimiento de los GAL, hasta llegar al final de ETA y a atentados yihadistas más recientes como el de las Ramblas de Barcelona o de corte internacional, como el que tuvo lugar en Londres en el 2017. En este último, fue asesinado el joven Ignacio Echeverría. Su monopatín se expone en el centro.

Recuerdo especial tienen los 35 niños víctimas del terrorismo: 21 a manos de ETA, 9 del yihadismo, 3 de la ultraderecha, uno de la violencia parapolicial y uno de la extrema izquierda. También los secuestrados.

Nombres como los de los empresarios raptados por ETA Ángel Berazadi, José María Aldaya —se exhibe una pegatina en la que se lee «Aldaya, paga ya»— y Julio Iglesias Zamora. De este último se exponen una fotografía que enviaron los terroristas como prueba de vida y una carta manuscrita que escribió para su tío, pero que nunca llegó a su destinatario. En un audio, Iglesias Zamora rememora lo que supuso el nacimiento del lazo azul como iniciativa de solidaridad hacia quienes permanecían privados de libertad.

También se recuerda el caso de Publio Cordón, raptado y asesinado por los Grapo. Su familia ha entregado al Memorial un trozo de jamba de un armario en el que Cordón fue marcando los días de su cautiverio y una carta que escribió a su madre.

En la exposición del Memorial se documenta los 164 secuestros que se han producido hasta la fecha —se suman los ocurridos en el extranjero—.

El último en España fue el del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco. Pero si uno ocupa un lugar especial en la muestra es el de José Antonio Ortega Lara. Se incluyen dos réplicas del zulo en el que ETA mantuvo retenido al exfuncionario de prisiones. Una solo se puede ver desde el exterior a través de un techo de cristal. La otra, se encuentra en el primer piso del edificio y los visitantes podrán, con cita previa, entrar a la mismo. Un habitáculo claustrofóbico de 2 metros de alto, 1,80 de ancho y 2,48 de largo, con una tumbona, una mesa y una silla plegables, como en el que Ortega Lara permaneció por la fuerza 532 días.

«La otra cara de la moneda»

Se trata de un Memorial dedicado a las víctimas, pero también hay que ver «la otra cara de la moneda», la de los perpetradores de la violencia.

Identificarlos y conocer su ideología, sus objetivos, sus métodos. Diferentes modelos de cartas de extorsión, grabaciones de llamadas mediante las cuales miembros de ETA avisaban de la colocación de bombas, documentación falsa, escritos de seguimientos a objetivos, un rodillo de imprenta de los Grapo e incluso la reproducción de un documento manuscrito en el que el exdirigente etarra Txomin Iturbe felicita a otros miembros de la banda por un atentado. Firmaba su carta con un: «Esperando que continuéis con ejecuciones».

Muchos de los objetos que se exponen fueron incautados por las Fuerzas de Seguridad —se dedica un espacio a la colaboración de Francia—. A ellos, a su papel y a las víctimas que tuvieron en sus filas, se les dedica parte de la muestra. Dos bombas, un temporizador y un mando a distancia, cinco tipos diferentes de armas y un traje de protección de los tédax son algunos de los elementos que podrán visionarse.

Pero sin duda la vitrina más emotiva es la que, en memoria de todos los compañeros fallecidos, se muestran los objetos personales cedidos por los familiares del guardia civil Antonio Jesús Trujillo —el tricornio y la bandera de España que cubrieron su féretro—, del policía nacional Cristóbal Díaz García —su gorra de plato— y del ertzaina Jorge Díaz Elorza. Los padres del que fuera escolta del socialista Fernando Buesa han entregado al Memorial el uniforme de gala y la placa de su hijo.

Quienes dieron la cara

«La del terrorismo es una historia oscura, pero tiene también una parte luminosa», dicen. Es la de quienes dieron la cara. El movimiento pacifista y cívico estuvo encarnado por asociaciones como Gesto por la Paz, Denon Artean o Basta Ya. En varias vitrinas y paneles se exhiben pancartas, pines, chapas e incluso un fichero manual en el que la Asociación por la Paz dio forma a un registro de todas las víctimas. Entre todos los elementos destaca el lazo azul, símbolo del rechazo a los secuestros de ETA.

Una mesa con un peluche, una muñeca, flores y velas representa una pequeña muestra de esa solidaridad ciudadana que surgió a modo de memoriales improvisados en los lugares de atentados como, en este caso, el del 11M y el de las Ramblas. Un libro salpicado de pintura refleja lo contrario. Resume los años de sabotajes que sufrió la librería Lagun de San Sebastián a manos de radicales del entorno etarra.

Como no podía ser de otra manera, es con la voz de las víctimas con la que se pone el broche a la exposición. La sala «Banco de la memoria» guarda más de un millar de testimonios que pueden consultarse en diferentes pantallas. Como colofón se proyecta un emotivo montaje con vídeos familiares de diferentes víctimas. Aspira el equipo del Memorial a que la exposición no deje indiferente a nadie. Los visitantes podrán compartir sus reflexiones por escrito y se visionarán en una pantalla. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Qué habría hecho yo en esas circunstancias? ¿Qué puedo hacer para que no se repita?