Del mitin electoral a la procesión

adolfo lorente MADRID / COLPISA

ESPAÑA

| EFE
FERNANDO VILLAR

Los expertos alertan de que tantas citas electorales en tan poco tiempo pueden provocar el hartazgo de los votantes

17 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No será tan súper como se esperaba, pero habrá superdomingo el 26 de mayo. Urnas por doquier. Locales, forales, autonómicas, de cabildos, europeas... Más que una fiesta de la democracia será un fiestón que comenzará un mes antes, el 28 de abril, con la celebración de los comicios generales. El problema es que cuando se habla de fiestas siempre se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo acaban. Hay resacas y resacas, y en esta fiesta no pinta bien la cosa. El hartazgo de los ciudadanos está alcanzando cotas más que preocupantes. El país quedará durante muchos meses paralizado y no se descarta que incluso haya que repetir las elecciones generales si se da un bloqueo en el Congreso como el que sufrió en su día Mariano Rajoy. «La política no puede convertirse en un problema y hace tiempo que lo es. Está cada vez más tocada. El hartazgo de la gente es cada vez mayor. ¡Y menos mal que la economía está resistiendo!», advierte Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la Universidad Politécnica de Vavlencia.

El batiburrillo de urnas convertirá la superprimavera electoral en un tótum revolútum de incierto resultado. Que las elecciones generales se hayan adelantado al 28 de abril significa que la campaña electoral se celebrará durante la Semana Santa, con los españoles de aquí para allá en plenas vacaciones. Mítines y procesiones. La tradicional España del bipartidismo sigue reiventándose tras la histórica moción de censura de junio del 2018. «Yo no le daría demasiada importancia a lo de la Semana Santa. Se ha constatado que los españoles deciden su voto cada vez más tarde», explica Pablo Simón, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III. «Las campañas ya no tienen el dramatismo de antaño», apostilla Gurrutxaga. «Peor que la campaña electoral caiga en Semana Santa es el hecho de que, tras los resultados, los posibles pactos para la conformación de Gobierno se podrían paralizar como consecuencia de la campaña electoral de mayo», advierte María Silvestre, directora del Deustobarómetro.

Posible bloqueo

Todos los expertos consultados coinciden en señalar que Sánchez, después de haberse quedado sin Presupuestos, no tenía otra alternativa que convocar elecciones a corto plazo. La margarita se había quedado con solo un par de pétalos: o el 28 de abril o el superdomingo del 26 de mayo. «El escenario es muy complejo, pero al presidente le venía mejor abril porque cuando hay varias urnas sobre la mesa todo queda contaminado por lo nacional», asegura Pedro Marfil, gerente de la Asociación de Comunicación Política y profesor de la Universidad Camilo José Cela.

También hay peros. La gran ventaja de haberlo fiado todo al 26 de mayo hubiera sido la movilización del electorado. Siempre se dice que una alta participación favorece a la izquierda, cuyo electorado tiende a hacerse el remolón frente al conservador, mucho más fiel. Veremos. Porque estas mismas teorías también decían que Vox sufriría para entrar en el Parlamento andaluz el pasado 2 de diciembre y al final irrumpió con una fuerza sorprendente.

Esperar hasta el 26 de mayo hubiera hecho que Sánchez perdiese la inercia positiva que puede llevarle a la victoria. Pero ganar no significa gobernar y esto es algo que debe estar muy presente. Porque si el PSOE vence en escaños lo hará en detrimento de un Podemos en caída libre. «Tiene poco tiempo para armar un relato, pero puede capitalizar el voto útil de la izquierda, servirse de la foto de las tres derechas en Colón y vender a los ciudadanos que ellos no cedieron ante el independentismo catalán, explica Marfil.