Acompañado por la reina Letizia, el monarca presidió el acto al que asistieron el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez; los presidentes del Congreso, Ana Pastor, y del Senado, Pío García Escudero; el de la Generalitat, Quim Torra; el del Parlamento catalán, Roger Torrent; y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Contra todo pronóstico, Felipe VI fue recibido entre aplausos y gritos de «¡Viva el rey!» y «¡No estás solo!». En la entrada al acto le esperaba la comitiva de la Generalitat, encabezada por su presidente, Quim Torra, que tras saludar al monarca le presentó a la mujer de Joaquim Forn. El rey superó la zancadilla del mandatario autonómico sin problemas. Les dio la mano a ambos, pero no entabló conversación con ninguno de los dos. A continuación, saludó al presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, y a la alcaldesa, que había vetado su participación en el primer homenaje de la jornada, la ofrenda floral sobre el mosaico de Joan Miró. Después del encuentro con las autoridades locales, el jefe del Estado se dirigió a la primera fila, donde estaban los familiares de las víctimas y los heridos, y llevándose la mano al pecho y bajando ligeramente la cabeza les dijo: «Estamos con vosotros». Un gesto con el que el rey recordó que su lugar siempre ha estado al lado de las víctimas. Posteriormente, ocupó su posición, detrás de las familias, desde donde siguió el homenaje. En todo momento, Felipe VI obvió los intentos del soberanismo por boicotear su presencia.
La ceremonia fue sencilla. Los organizadores evitaron los discursos institucionales con el objetivo de que las víctimas fueran las únicas protagonistas del homenaje.