El valor de lo que de verdad importa

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

19 abr 2016 . Actualizado a las 16:01 h.

Las consultas a las bases se han convertido en un instrumento político, en un arma arrojadiza incluso, que las devalúan como herramientas democráticas. Pedro Sánchez la utilizó para desactivar a los barones y Pablo Iglesias, para justificar su rechazo al pacto que le proponen los socialistas. Simples coartadas para justificar posicionamientos previos buscando la simple adhesión de las bases. Ya se sabe que las consultas se convocan para ganarlas, no para ensanchar la base de decisión. Como herramienta democrática, los referendos tienen sentido para decisiones muy concretas de especial trascendencia y como colofón de un profundo proceso deliberativo en el que se hayan sometido a debate posiciones controvertidas. No ha sido este el caso. Ni de lejos. Ha sido un simple ejercicio de autoafirmación. No tiene mayor valor político que la utilidad que le reporte a Pablo Iglesias.

Pero lo que España necesita en estos momentos no son muestras de pureza política, sino capacidad de diálogo y pacto, de embarrarse los pies y de mancharse las manos en territorios ajenos. No excusas para justificar el inmovilismo. Sobran la demagogia y la sobreactuación, faltan muchas dosis de compromiso. No se puede aplicar la lógica de sistemas mayoritarios a los proporcionales, sobre todo en casos de especial fragmentación, como la del actual Parlamento. Y no se puede retorcer la lógica electoral para convertir unas nuevas elecciones en una segunda vuelta de las ya celebradas. Es una absoluta falta de respeto a los ciudadanos.

En los pactos no se trata de ver cuánto cede cada uno, sino de ponerse de acuerdo sobre lo que de verdad importa. La campaña del 20D giró sobre dos ejes fundamentales: la regeneración democrática y las reformas económicas. Eso es lo que realmente preocupa a la gran mayoría de los españoles y a eso es a lo que deben responder los partidos moviéndose desde sus posiciones originarias hasta espacios compartidos. Frustrar esas expectativas desde el inmovilismo y desde posturas maximalistas es inaceptable. Volver a las urnas no es una tragedia, pero sí un desprecio a la democracia y a la voluntad de los españoles.