Solo los debates cara a cara aclararán el voto

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Avanzamos hacia uno o dos grandes debates Rajoy contra Sánchez. Sería deseable otro entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y entre este último y Albert Rivera

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Cómo aclarar la influencia real de los nuevos partidos, frente a los tradicionales, para hacer un diagnóstico certero de las próximas elecciones?», nos preguntaba el viernes un diplomático en un debate de la Fundación Euro América. La duda tiene sentido: se advierte un tráfico de votos desde el PP a Ciudadanos, desde el PSOE a Podemos, desde todos los que tienen miedo a Podemos hacia el PP en España, y hacia el PSOE en Andalucía, ya que allí se da por descontado que el PP no va a ganar... y así sucesivamente. Todo está muy abierto. Este puede ser el año de las grandes sorpresas electorales pero no solo en los resultados: no den por hecho que Convergencia concurra con Unió Democrática a las catalanas, por ejemplo. Suena fuerte pero puede ser.

Ante esa pregunta pertinente hay una posible respuesta clara: los debates. En concreto los cara a cara, que no tertulias televisivas nocturnas que son más espectáculo que política. Debates como el vivido esta semana en las Cortes sobre el estado de la nación y como los que se espera que acepten entre ellos los líderes políticos, uno frente a uno, antes de las generales.

El del estado de la nación, según el CIS, lo ganó el líder socialista por siete décimas. Pero por bastante más en opinión de los periodistas parlamentarios y de analistas como el profesor Antonio Elorza. Para Elorza, allí se vieron dos izquierdas, la de Sánchez y la de Garzón «más cercana a Podemos, salvo que él no habla de casta sino de bipartidismo». «Para Sánchez -escribe Elorza en El País- Rajoy dicta una política orientada a estrangular el estado social y el presidente acusó el golpe (...) mientras que Garzón resucitó un zafio pobres contra ricos». Las opiniones de Elorza duelen en el sector Izquierda Unida y Podemos, porque es -o mejor, era- el profesor de referencia, entre otros, de Monedero y Pablo Iglesias.

No es mala noticia que la política española en su renovación incorpore ahora a profesores e ilustrados, siempre que digan cosas sensatas, claro. El celebrado desembarco del catedrático Ángel Gabilondo en la candidatura socialista por Madrid ha movido a Izquierda Unida a proponer al poeta Luis García Montero que le haga frente. Y deja a Mariano Rajoy la difícil papeleta de quién colocar como candidato en el ayuntamiento de la capital y en la comunidad. Nadie desde luego del estilo de Celia Villalobos que, mientras presidió el Congreso durante una hora en el trascendental debate de esta semana, estaba ensimismada en su iPad sin atender a lo que decía Rajoy. «A la tercera autoridad de Estado -en funciones en aquel momento- parece que no le interesaba lo que decía la segunda», ha escrito en su blog parlamentario María Rey. Según los benévolos servicios de prensa de la cámara, Villalobos leía periódicos, pero un periodista digital que la fotografió desde arriba, desde la tribuna de prensa, asegura que jugaba a matar marcianitos o entretenimientos similares. «Si eso es cierto, es de cese inmediato», concedió Miguel Ángel Rodríguez, ex portavoz de Aznar. Rajoy no ha dicho nada pero nadie dirá que no tiene memoria.

Por la información de que disponemos, avanzamos, por lo menos, hacia uno o dos grandes debates Rajoy contra Sánchez en vísperas de las elecciones generales. Ya se van callando los que dicen que Sánchez no llegará como candidato, aunque le falta el desafío del 24 -M. Su arriesgada cirugía en Madrid cambiando a Tomás Gómez por Gabilondo le ha salido bien y en el debate de esta semana consiguió descolocar a Rajoy al que persigue la sombra de Bárcenas y los audios explosivos que asegura guardar el extesorero. ¿Será posible que Bárcenas grabara a Rajoy en su despacho de Moncloa, o en Génova? Sería deseable un cara a cara, en su día, también entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Y otro entre Albert Rivera y Pablo Iglesias. Con seguridad, esos encuentros dialécticos, todos, servirían para pinchar globos y distinguir el grano de la paja.