La penúltima víctima, pese a que fue drogada, dio a la policía la pista clave
19 nov 2014 . Actualizado a las 08:26 h.En el sumario se llama solo TP3 (testigo protegido 3). No consta ni su edad ni nada que pueda identificar a esta niña. Lo que sí desvelan los informes policiales de esta causa judicial, es que el testimonio de esa pequeña, la penúltima víctima conocida del pederasta de Ciudad Lineal, fue la clave para la captura de Antonio Ortiz. Parece increíble que esa menor, drogada con pastillas minutos después de ser secuestrada la tarde del 10 de abril, pudiera dar tantísimos detalles a la Policía. Es más, fue capaz de hacer dos croquis del edificio en el que se ubica la vivienda donde abusó de ella y de, al menos, otra niña.
La ayuda de la niña fue inestimable. Hasta aquel 10 de abril todo eran contradicciones entre los testigos de las anteriores agresiones. Desde la primera noche ya habló de que el pederasta viajaba en un coche gris de marca Toyota. Es más, que una vez que le hizo subir al vehículo condujo por calles que identificó, no por sus nombres, sino porque allí vivían sus «amiguitos» tales o cuales.
Todavía medio drogada, le contó a su madre y a los policías que habían abusado de ella en un piso de una cuarta o quinta planta con ascensor, cuyo interior llegó a describir con pericia de adulto. Y dio datos exactos sobre el pederasta: «varón, de 175 centímetros de altura, pelo corto, liso, peinado de lado, con un reloj en la mano izquierda con números romanos, barba de tres días y ojos de color castaño».
En los días posteriores, más calmada y ayudada por agentes expertos en menores, la niña fue completando el relato hasta describir un edificio que iba a terminar por ser la pista definitiva para cazar a Ortiz. Que el edificio tenía 8 plantas, con una «fachada de ladrillo viejo», un «portal con barrotes negros», «dos ascensores», «botones del ascensor para ciegos», que el agresor abrió con su propia llave.
Conforme avanzaban los días, la pequeña, sin incurrir en contradicciones, fue centrando aún más la búsqueda. Hasta que el 18 de abril, ocho días después del secuestro, los funcionarios lograron que se soltara hasta recordar detalles básicos de un edificio como el que no hay muchos en Ciudad Lineal. «El piso estaba en un edificio medio redondo, con un aparcamiento en medio como para quince o veinte coches. Tenía dos hierros antes de entrar en el aparcamiento desde la calle (se refería a sendos gálibos) como si fueran porterías de fútbol pintados de rojo y blanco», relató la pequeña.
Incluso describió la forma de los buzones; la separación que había entre los coches del famoso aparcamiento exterior en forma de herradura; o que el piso de los abusos estaba siendo reformado.
Aquella avalancha de datos y la ayuda de los funcionarios que trabajaban en Ciudad Lineal condujo a principios de septiembre al edificio de Santa Virgilia y al hijo de la dueña del piso en reforma, Antonio Ortiz, que de inmediato fue puesto bajo estricta vigilancia y sus teléfonos intervenidos. El 24 de septiembre, fue arrestado en Santander.