Un hedor insoportable

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

28 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni son unos pocos ni se pueden hacer distingos entre unos y otros, como pretende el PP. La pestilente marea de la corrupción hace ya tiempo que ha alcanzado todos los rincones de España y contaminado todas las instituciones. A poco que la Justicia escarbe, con sus recursos escasos y una diligencia que faltó antes, surgen nuevas bolsas de corruptelas a cada cual más nauseabunda. Porque, aunque parezca imposible, siempre se cae más hondo. No importan la altura, como prueba la familia Pujol, ni la ideología, como los casos de Fernández Villa o de los ERE, sino la cercanía al poder y el dinero, como demuestra la sangría de las tarjetas opacas de Caja Madrid. La nueva operación es un ejemplo de la impunidad con la que se mueven los corruptos, capaces de seguir robando a manos llenas estos años pese al chaparrón. Ellos son los culpables directos. Pero también lo son quienes han permitido que florezcan. La corrupción se ha extendido en el último cuarto de siglo al amparo de un estilo de vida permisivo con el enriquecimiento fácil y de una cultura de tolerancia política, con unos partidos a la defensiva, cubriéndose las espadas en lugar de purgar sus males. Si un solo caso ya es mucho, decir que son pocos es una invitación a seguir robando. El pacto anticorrupción es insuficiente. Ya no bastan medidas de futuro. Los partidos deben pagar por los males del pasado, caiga quien caiga. Y si no lo hacen, con hechos y no con palabras vacías, que parece que no, solo indignarán aún más a una sociedad ya desanimada y darán la razón a quienes se alimentan de este hedor insoportable que se expande.