El rey tiende puentes a Cataluña

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Felipe VI reivindica el papel de la monarquía parlamentaria, pero renovada y ejemplar, para superar el creciente descrédito de la institución. Hoy celebra el primer despacho con Rajoy

20 jun 2014 . Actualizado a las 09:51 h.

Fue un discurso muy medido, elaborado y estudiado al milímetro, que se convirtió por encima de todo en una reivindicación de la monarquía parlamentaria, renovada y ejemplar, para superar el descrédito acumulado en los tres últimos años. Felipe VI abogó por una España, a la que calificó como una gran nación, «unida y diversa, en la que cabemos todos». Con la vista puesta en el desafío independentista en Cataluña, tendió puentes, que dijo no deben romperse nunca, para convivir en una España en la que «cabemos todos».

Un rey constitucional

Reivindicación de la monarquía parlamentaria «renovada». Consciente de que llega al trono en un momento en que la valoración ciudadana de la institución que encarna está bajo mínimos y de que existe un debate sobre la forma de Estado, dedicó una parte importante de su intervención a reivindicar la monarquía, a la que siempre puso el adjetivo de «parlamentaria», que «puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a España», desde su papel de neutralidad política y su voluntad integradora, que da estabilidad al país.

Empleó significativamente en dos ocasiones la fórmula «monarquía renovada para un tiempo nuevo», con lo que marcó distancias con el reinado de su padre, que calificó de «excepcional», cumpliendo una labor histórica, pero ahora él debe afrontar otros desafíos. También remarcó que empieza su mandato como «rey constitucional», otra diferencia respecto a Juan Carlos I, que juró ante las Cortes franquistas y, tres años después, fue avalado por la Constitución.

Nuevas exigencias

Un rey cuya autoridad moral emane de su ejemplaridad. Ese deterioro de la monarquía lo han provocado los sucesivos escándalos que la han sacudido durante los tres últimos años. Desde el caso Nóos, en el que fue imputada la propia infanta Cristina, la gran ausente ayer para escenificar su distanciamiento total, al episodio de Botsuana, que destapó aspectos de la vida privada del rey desconocidos, como su relación con Corinna zu Sayn-Wittgenstein. En ese contexto es donde hay que situar el momento más destacado de su discurso, cuando señaló que la Corona debe «observar una conducta íntegra, honesta y transparente» para hacerse acreedora de la «autoridad moral» que precisa para ejercer sus funciones. El comportamiento del rey debe estar presidido por la «ejemplaridad», que exige «con toda la razón» la ciudadanía. Felipe VI se ofrece así como un rey cuya autoridad moral emane de ser un ejemplo para la sociedad. Sabe que es absolutamente crucial para ganarse a los españoles. Su alusión explícita a «respetar en todo momento la independencia del poder judicial» cobra un significado especial en vísperas de la decisión del juez José Castro sobre su hermana.

Desafío soberanista

Defensa de una España «unida y diversa». El problema más grave al que se enfrenta el nuevo rey es el desafío independentista personificado por Artur Mas, que cuenta con un amplio respaldo de la sociedad catalana. El rey tuvo que hacer equilibrios para evitar entrar directamente en el conflictivo asunto, que no mencionó, tratando de no soliviantar a los nacionalistas, y defender la unidad, que, remarcó, no es sinónimo de «uniformidad». Lo que sí hizo fue calificar a España como «una gran nación» y soslayar cualquier alusión al Estado plurinacional, lo que le echaron en cara tanto Mas como Urkullu.

En uno de los pasajes más importantes de su discurso señaló que «en esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos, caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español». El problema es que muchos catalanes y vascos afirman no sentirse españoles, empezando por los que gobiernan dichas comunidades.

Reformas

Revitalizar las instituciones y acuerdos entre las fuerzas políticas. Ante la demanda de reformas en profundidad, incluida la de la Constitución, y el cuestionamiento de las instituciones, Felipe VI se limitó a expresar su aspiración a «revitalizar nuestras instituciones» y «fortalecer nuestra cultura democrática». También hizo una incursión política al abogar por «una España en la que se puedan alcanzar acuerdos entre las fuerzas políticas sobre las materias y en los momentos en que así lo aconseje el interés general». Es evidente que la reforma constitucional no se puede hacer sin un amplio consenso. Pero su padre, en su discurso de la pasada Nochebuena, fue más lejos al abogar por la «actualización de los marcos de convivencia». En todo caso, más allá de las funciones a las que debe atenerse constitucionalmente, Felipe VI se ofreció para «escuchar, comprender, advertir y aconsejar». Ese verbo, «advertir», llama la atención.