Plaza de Oriente y hervidero de occidente

a. andrade / m. ferreiro MADRID / ENVIADOS ESPECIALES

ESPAÑA

benito ordoñez

Los turistas buscan el balcón del rey, las teles marcan territorio, la Guardia Real ensaya y los policías vigilan el entorno del Palacio Real

19 jun 2014 . Actualizado a las 10:43 h.

La plaza de Oriente hierve. Y no es solo cuestión de temperatura. Más flores, más banderas, policías, guardias civiles, turistas... En el aire pesa la cuenta atrás de la proclamación de Felipe VI, que se asomará hoy al balcón del Palacio Real como nuevo rey.

«¿De verdad estarán ahí? ¿A qué hora?», preguntan cuatro jóvenes chinos a operarios que montan el armazón que sostendrá las cámaras de las televisiones. Han viajado desde Chengdú, ciudad situada al sudoeste del país, para conocer España, y se han encontrado con «este lío». Dos de ellos conocen a «Juan Carlos y a Felipe VI». No tienen noticias de doña Letizia. Pero comienzan a cambiar su agenda de hoy mientras se abanican con una pamela. Quieren ver los actos en directo.

La Guardia Real ensaya su desfile y se concentra en uno de los patios del palacio. Son carne fotográfica para turistas y prensa. Dos mujeres que visten niqab, prenda que solo deja ver una franja de su rostro a la altura de los ojos, graban la escena con una sofisticada cámara digital. En el recinto del palacio, un caballo sale sin jinete de los establos y en su trote le atiza una coz a un coche, al que rompe un faro trasero.

El autocar del Madrid City Town suelta una legión de turistas junto al palacio. La primera foto, con el del tricornio, que aguanta unos treinta posados con la mejor de sus sonrisas. Son otros tiempos, no cabe duda. «En mi vida me habían hecho tantas fotos», presume. «Aprovecha para aprender coreano», replica su compañero.

La plaza reserva una apacible esquina a un parque infantil. Allí, ajeno al ajetreo, juega al fútbol Rafa Iriondo (10 años). No le interesa el fregado borbónico, pero todo cambia con un simple dato.

-¿Sabes que la infanta Leonor cobrará más de ocho mil euros al mes? Tiene 8 años.

-¡Buf...! A mí me dan cinco euros a la semana. Para cromos del Mundial.

-Y con ocho mil euros compras..

Introspección profunda, cálculo y silencio.

Las cuentas tampoco le salen a los asiáticos. En los jardines de Sabatini, pocas veces tan floridos, una pareja joven discute al pie de la estatua de Carlos III. En la base se lee en romanos el año 1966, así que preguntan en razonable inglés si «era el monarca anterior a Juan Carlos I». Alguien le explica que capas como esa no son cool desde el siglo XVIII: «Fue inaugurada ese año».

Más problemas turístico-monumentales, esta vez en una de las fuentes de la estatua ecuestre que preside la plaza de Oriente. De nuevo en inglés macarrónico:

-Por favor, ¿qué dice ese cartel? Solo está en español.

-Agua no potable.

Sudores fríos. Por suerte para estos croatas no mana líquido, pero Madrid debería cuidar más estos detalles de filología y salud pública.

En la esquina con Bailén, el fervor patrio ha llegado a los autobuses urbanos, que lucen banderitas en lo alto. El chófer de la línea 500 se hartó de saludar, mano en alto, como seguramente hará hoy Felipe VI. Cachondeo desde la acera y primeros «¡Viva España!».

Menos exaltado está Félix, de Barcelona, que se sienta a la sombra en medio de la plaza. Está en Madrid porque ha acudido a una boda. Habla sin pasión: «Me parece adecuado todo esto, pero nosotros somos más de la República», apunta. Hoy no estará ya en la capital. Y no seguirá por la televisión la proclamación, que para él es un asunto más bien pintoresco.

«Yo sí quiero ver a los reyes», apunta la brasileña Emily Correa, de Sao Paulo, que se fotografía ante la fuente de Felipe IV, en plena plaza de Oriente. En su viaje «no estaba prevista» la proclamación de Felipe VI, pero está encantada con la coincidencia. Ya ha disfrutado del «bonito aperitivo» del ensayo de la Guardia Real.

«Nosotras no estamos para paseos», comentan tres señoras madrileñas. Una se declara monárquica, dos dudan. Se miran entre sí y concluyen entre risas: «Bueno, somos tradicionalistas».

Más allá, un argentino lanza un juramento al ver que el Palacio Real está cerrado. Opta por la Almudena, atestada, que luce enseñas y estandartes. También está engalanada la calle Mayor. En un edificio de Bailén, una pancarta que pide un referendo rompe el mosaico de banderas. Vista y no vista. La retiran. En el bajo, toda una ironía, hay una taberna centenaria: El anciano rey de los vinos.