Francia, entre el desencanto y la ultraderecha

Borja de Miguel PARÍS / E. LA VOZ

ESPAÑA

A pesar de la llegada de Manuel Valls al Gobierno, Hollande no consigue el apoyo de sus compatriotas, que siguen mirando con recelo a Bruselas

19 may 2014 . Actualizado a las 12:01 h.

Francia atraviesa un momento difícil pero, aun así, sus cerca de 65 millones de habitantes (la segunda fuerza demográfica de la Unión Europea tras Alemania) y su quinto puesto en la economía mundial hacen de ella una pieza ineludible en los comicios europeos. Los 74 eurodiputados que determinarán sus urnas (solo superados por los 99 de Alemania y seguidos de cerca por los 73 del Reino Unido e Italia), serán clave para decidir el color de la Eurocámara que, además de al histórico bipartidismo, se enfrenta a una extrema derecha enormemente reforzada por los desencantos de la crisis.

El paro y los recortes sociales son las principales preocupaciones de la sociedad gala pero, a pesar de ser estos últimos consecuencia de las imposiciones de Alemania, todo apunta a que los franceses afrontarán estos comicios con el mismo desdén, o incluso mayor, que en el pasado.

Desde las primeras elecciones europeas en 1979, el porcentaje de participación ha caído del 62 % al 39 % en el 2009. Para el 25-M, algunos sondeos vaticinan una abstención récord del hasta 60 por ciento.

Contradicciones

Aunque los franceses, en general, no se sienten representados por esta Europa más preocupada por los intereses del capital que los de los trabajadores, el Partido Socialista (PS), en el Gobierno, apuesta rotundamente por más Unión. Pero las contradicciones saltan a la vista: el presidente François Hollande critica la rigidez económica de Angela Merkel, pero aplica fuertes recortes en sus presupuestos públicos de la mano de Manuel Valls y se fotografía del brazo de la canciller alemana a la vez que afirma -casi amenaza- que «salir de Europa es salir de la Historia».

El problema es que, en Francia, a cada vez más ciudadanos no les importaría salir de la historia que desde hace unos años están viviendo.

Fuera de Europa

Por eso, muchos ojos están ahora puestos en el Frente Nacional de Marine Le Pen. Históricamente los comicios europeos no han dado resultados especialmente afortunados a esta formación, pero la extrema derecha acaba de conseguir los mejores datos de su historia en las pasadas elecciones municipales de marzo. Su propuesta electoral -aunque algunos la tachan de engañosa- es clara como una regla de tres y por eso funciona entre una buena parte del electorado: la soberanía del pueblo es la soberanía del Estado-nación; Europa limita la soberanía de los Estados; por lo tanto, para recuperar la soberanía del pueblo hay que salir de Europa.

En el extremo opuesto del espectro político, el Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon no está tan lejos de la propuesta de Le Pen como cabría esperar y también recela de Europa, pero por otras razones. Para la izquierda francesa, la acción en Europa debería afrontarse en dos etapas.

Primero, conseguir la máxima representación posible para intentar transformar la Unión Euroepa desde dentro y recuperar los valores de justicia social perdidos, si es que alguna vez realmente existieron. Y si eso no es posible -como una parte de ellos mismos sospecha dado el enorme poder de los lobbies en Bruselas- afrontar una segunda etapa: salir de Europa.

Al contrario que el PS, la conservadora UMP de Jean-François Copé tiene la ventaja de poder defender la adhesión a Europa sin tener que maquillar sus tendencias neoliberales. Sin embargo, cuenta con una cúpula debilitada por las batallas internas, los casos de corrupción y el lastre de un pasado en asuntos europeos que algunos votantes no perdonan. En el año 2005 los franceses dijeron no en un referendo a la Constitución europea, pero en el 2007 Nicolas Sarkozy, en la práctica, la hizo pasar casi sin modificaciones a través de la firma del Tratado de Lisboa.

Con la izquierda y la ultraderecha coincidiendo en sus extremos -solo en cuanto a su postura europea- y los dos grandes partidos luchando contra sus propias incoherencias, las elecciones europeas en Francia se presentan como un hervidero desordenado en el que solo los Verdes parecen mantenerse estables.

Sin embargo, lo más probable es que una vez más sea la abstención la que gane por goleada este mayo en Francia. Una formación sin siglas cuyas razones de éxito, por desgracia, nadie se preocupa por analizar.