Dyonis y Yiannis se conocieron en el aeropuerto de Evangelimos Venizelos de Atenas, en el control de pasaportes. Vestidos de uniforme, sello a sello, detención tras detención, fueron forjando una amistad. Son policías.
Dyionis, pálido, bajito y fornido, mientras se toma un café habla lentamente como si extrajera de un bote cada palabra. Yiannis es alto, con gafas, moreno como un paquistaní, con un recio pelo negro. Habla alto, utiliza menos palabras que su amigo, pero las que usa van di-rectas, como un tiro.Los dos quieren dejar la Policía. «No por el peligro, el peligro existe. Está ahí. Lo aceptamos. Pero somos los esclavos del sistema. El Gobierno nos trata como a la mierda», coinciden.
Dyonis vota a los comunistas del KKE. «No porque crea en todo lo que dicen, sino porque el capitalismo solo se va a moderar si tiene miedo. Y ese miedo se lo pueden dar los comunistas». Bromea diciendo que probablemente es el único policía que ha votado comunista en toda Grecia. Yiannis se limita a decir que no le gusta ni Nueva Democracia ni Pasok. Admite que a muchos policías no les gusta los neonazis de Amanecer Dorado, pero comprenden que la situación que ha creado el FMI y el Gobierno invita a mucha gente a destruirlo todo y, sostienen, esta es una de las razones de su ascenso.
Ambos dividen su vida en dos períodos, antes del FMI y después del FMI. En el primero ganaban 1.250 euros al mes más dos pagas extra de 800 euros.