La bolsa de descontentos puede estallar

La Voz

ESPAÑA

19 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Todo parece ir ligeramente a mejor en la economía en el 2014, aunque más de la mitad de la población no se lo crea, con razón, porque no se nota. Y tardará en notarse. Más aún: muchos quizás ni lleguen a apreciarlo, aunque la recuperación progrese, porque una parte significativa de los nuevos empleos ofrecen sueldos más bajos que los de antes de la crisis. Ese desplome parcial de la clase media al límite de la pobreza se retrata dolorosamente en profesionales que hace un par de años tenían un trabajo estable y hoy, aun con un empleo parcial o temporal, no pueden prescindir algunos días al mes del comedor social. Te lo cuentan en primera persona y resulta desgarrador. Para quien siempre vivió en la necesidad quizás no sea tan grave, pero para quien ni se imaginaba una situación así, es una humillación excesiva. Ahí hay una importante fuente de descontento social que un día puede estallar: las familias que han venido sobreviviendo gracias a pequeños ahorros, empeños y apoyo familiar, pero que ya están desesperadas de no encontrar empleo, pueden sumarse a las que lo encuentran por fin pero con poca gasolina monetaria para despegar. Demasiada presión con riesgo de estallido al prolongarse en el tiempo.

El profesor Manuel Castells, el pasado 23 de diciembre en Barcelona, me describía todos estos elementos económicos, sumados al descrédito de las instituciones, más el hartazgo por el contencioso catalán y la acción de los restos de los movilizados el 15-M como una suerte de «situación prerrevolucionaria». Nos pareció exagerado, sinceramente, el análisis. Pero es cierto que después llegó la explosión donde menos podía esperarse, en Burgos. Como dice Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad, en todos los conflictos se infiltran provocadores, parece que sí, pero sería ingenuo explicar las movilizaciones populares de algunos barrios como obra de la provocación. Sencillamente, la ciudadanía no puede soportar más y le parece un despropósito ejecutar un gasto innecesario en un bulevar cuando se cierran guarderías por falta de fondos públicos, o dejan de abrirse otras. La Administración podría dedicar ese dinero, que sí existe para obras superfluas de gran interés para algún constructor conectado con el poder local, a abrir talleres de formación retribuida a personas excluidas, o para apoyar a emprendedores.

Así están las cosas en España ahora mismo: el poder político debe ser muy cuidadoso para no encender la mecha. Lo de Burgos es un serio aviso a alcaldes y presidentes autonómicos. También lo es para Rajoy, a quien le van bien las cosas en sus visitas internacionales, y lo celebramos, pero debe cuidar en que no se le monte sin darse cuenta una peligrosa OCP (oficina de cabreo del personal). Zapatero la montó brillantemente, es decir, con gran rentabilidad para sus adversarios: de pronto bajaba la velocidad en las carreteras y la volvía a subir; de pronto obligaba a los bares y restaurantes a hacer costosas obras para separar a fumadores y no fumadores. Cuando ya estaban hechas, decidió que no se fumaba ni en esas zonas con lo que la inversión realizada se la fumaba una disposición gubernamental. Cada establecimiento, se convirtió en un activo centro de propaganda contra el presidente.

Parece que Rajoy, acaso distraído en Washington y Bruselas, tiene ya ministros aplicados en el montaje de esa OCP: Wert, Soria, Ruiz-Gallardón.... Desconsideran estos personajes la peligrosidad del terreno en el que se mueven. Salen poco de sus despachos, no preguntan a los ciudadanos y defienden sus propuestas con ardor islámico. Pueden arruinarle a Rajoy sus expectativas con cualquier intransigencia, porque la chispa salta donde menos se espera. Está abonado el terreno para que se produzca. Que la crisis haya sido asumida hasta ahora con tanta resignación por la ciudadanía -gracias al apoyo familiar y a las organizaciones sociales- no debe entenderse como un cheque en blanco amparado en la creencia política de que «aquí no pasa nada». ¡Ojo, porque puede pasar!