Unas 400 personas despidieron al minero lucense
31 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Para los vecinos de As Nogais, Juan Carlos Pérez Fernández era gallego. Para los de Bembibre era de El Bierzo. Para todos ellos es uno de los mineros que murió víctima del grisú en el pozo Emilio, el vigilante que perdió la vida con solo 41 años. Por eso los dos municipios se unieron ayer para despedirlo en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en el pueblo de Las Ventas de Albares, que se quedó muy pequeña para las aproximadamente 400 personas que acudieron.
A la hora de la comida, en Bembibre se cambiaba de canal, se cribaban las noticias para encontrar imágenes del funeral matinal, en Santa Lucía de Gordón, al que había asistido también la familia de Juan Carlos Pérez. «Era el encargado, el que tenía más rango de los pobres que murieron», decían en un bar. «Mira, ahí está Merce, ¡qué pena!», comentaban al reconocer en la pantalla a la madre del minero, su vecina. Mercedes Fernández al llegar a la plazoleta de la iglesia y comenzar a ver rostros conocidos se hundió en el llanto. Sus allegados leoneses intentaban consolarla en vano, también las personas procedentes de As Nogais. «Somos familiares e amigos, alí esta familia é moi coñecida. Nós non fomos ao tanatorio a León, pero hoxe aquí non podiamos faltar», comentaba una mujer.
Un vecino señalaba con tristeza que «el chaval», que vivía en León pero que visitaba con asiduidad Bembibre, ya no podrá acudir a una churrascada que iban a celebrar mañana, día 1.
Una mina cercana
A poca distancia de la iglesia en la que se ofició la ceremonia, a la orilla de la misma carretera, hay una mina y una escombrera. «Pero la mina está cerrada. Era del grupo Viloria y Viloria, ahora solo explota una mina», sentencia un vecino con autoridad. «Arriba hay otra más».
Juan Carlos, que murió en una galería, descansará en un terreno fértil en carbón. Por eso ayer al funeral de Las Ventas de Albares fueron mineros de distintas generaciones. Los más jóvenes, con ojos enrojecidos, recordaban al Juan Carlos vigilante y no disimulaban su incredulidad al hablar del accidente. Aunque las familias de otros muertos en el pozo Emilio lanzaron ayer duras críticas contra la empresa y exigieron explicaciones, la de Juan Carlos no quiso pronunciarse. «Non é o día para declaracións», dijo una prima.
Los mineros mayores recordaban sus propios traspiés en otros pozos, otras galerías. «Una vez yo saqué a un compañero. Se quedó inconsciente, lo llevamos arriba, le pusieron una inyección y le dimos una ducha fría. Tardó días en volver al trabajo. Pero a estos no les dio tiempo, no les dio tiempo», lamentaba un veterano. Otros, que todavía van al tajo, hablaban de dinamita y picadores. Al final, al sacar el féretro, todos se callaron para aplaudir. Por momentos, el aire olía dulce. Pero era el dolor engañoso de las flores cortadas de numerosas coronas y ramos.