Las alargadas sombras del pasado

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

08 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El mar siempre devuelve los cadáveres. De igual manera, el futuro acaba siendo esclavo del pasado. Al quedarse con el liderazgo del PP, Mariano Rajoy heredó una estructuras y unos procesos que prefirió no tocar para evitar que le movieran la silla. Hasta que se la zarandearon con tanta fuerza que no le quedó más remedio que buscar hombros amigos para no caerse. De aquellos compromisos derivan ahora buena parte de los problemas que amenazan su porvenir político. Promocionó a Luis Bárcenas aun a sabiendas de las sospechas que pesaban sobre él. E incluso avaló su inocencia cuando ya estaba señalado por las evidencias judiciales. De la misma forma que conocía las dudas, por ser suaves, que pesaban sobre Ana Mato cuando la llevó al Gobierno. Y aún la amparó la semana pasada. Pero la lista de acreedores es larga, e incluye pagos en forma de refrendos morales a personajes tan poco presentables como Francisco Camps, Jaume Matas y Carlos Fabra.

Ahora se entienden las reiteradas advertencias de Rajoy sobre los enormes peligros de la deuda. No solo la económica, también la de favores. Porque ahora sabe cuánto atan los compromisos que se van adquiriendo con el paso del tiempo y de las decisiones. La política es un juego de equilibrios en el que a menudo hay que ceder y en el que no siempre se puede hacer todo lo que se quiere. El presidente llegó a la Moncloa presumiendo de que accedía al poder sin hipotecas. Ahora quizás esté descubriendo que siempre aparece alguien con la intención de cobrarse intereses abusivos por viejas ayudas a las que en su día no se prestó suficiente atención. Todo ata, y hay nudos que con el tiempo pueden llegar a ahogar.