Un diálogo de sordos

ESPAÑA

29 nov 2012 . Actualizado a las 20:56 h.

En el juego democrático, se supone que el Ejecutivo gobierna y aplica las medidas necesarias para intentar conseguir el bienestar de sus ciudadanos. A la oposición se le encomienda la misión de vigilar que la actuación del Gobierno vaya encaminada a ese fin, pero también se espera que proponga alternativas viables e, incluso, que apoye al Ejecutivo cuando cuando acierta.

En España, y Galicia tampoco se libra, el juego de la democracia es diferente. Consiste básicamente en rechazar, despreciar y ridiculizar las propuestas del otro, sin entrar a valorarlas ni considerarlas. Ni la oposición respalda nunca al Gobierno en nada ni el Gobierno tiene en cuenta a la oposición, salvo que los números parlamentarios así se lo exijan.

Hoy el Parlamento de Galicia no solo ha sido una clara muestra de este comportamiento, sino que los portavoces de los partidos han ido un paso más allá. Jorquera arrancó cuestionando la mayoría absoluta de Feijoo porque, en su opinión, fue producto de la baja participación. Beiras se confirmó como la referencia antisistema del hemiciclo, pero abusó de las descalificaciones en su intervención, mientras que Pachi Vázquez, el líder del PsdeG , repitió un discurso mil veces oído durante los últimos tres años. Entra dentro de lo esperado que los tres critiquen las políticas de austeridad, el decreto del gallego o la gestión del sistema financiero. Lo que no entra dentro de lo lógico y pone de manifiesto que el Parlamento gallego va a acoger durante los próximos cuatro años una auténtico diálogo de sordos es que la oposición no haya respondido con altura de miras a la oferta de pactar las grandes reformas que lanzó Feijoo. BNG y AGE ni siquiera lo han considerado mientras que el PSdeG lo ha rechazado con firmeza.

Que los partidos acepten la invitación de Feijoo a negociar las grandes medidas que necesita Galicia para salir de la crisis, no es asentir y aprobar los postulados del PP, es solamente mostrarse dispuesto a buscar de forma conjunta la mejor solución a los problemas de los gallegos. Negarse en redondo es abdicar de sus responsabilidades, dejar de servir de contrapeso y permitir conscientemente que un Ejecutivo con mayoría absoluta gobierne a su antojo. Y los que más pierden son siempre los gallegos.