Gómez reta ahora a Rubalcaba

Tino Novoa REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Impone a su gente en la candidatura a la alcaldía madrileña en contra del criterio del aspirante Jaime Lissavetzky, hombre del vicepresidente

11 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

A poco más de un año de las elecciones generales, el PSOE aún no tiene claro quién será su candidato. A poco más de tres meses de los comicios autonómicos y municipales, los socialistas madrileños se han enzarzado en una lucha cainita que amenaza con sumergir las escasas opciones que tienen de lograr algo positivo el 22 de mayo. La elaboración de la candidatura al Ayuntamiento de Madrid ha sido el detonante de enfrentamiento abierto entre el líder del partido en la comunidad y aspirante al Gobierno autonómico, Tomás Gómez, y el candidato a la alcaldía, Jaime Lissavetzky, el hombre de Rubalcaba en las listas madrileñas.

Las tensiones en el seno del PSM son un fiel reflejo de la recomposición de fuerzas que está provocando la sensación de fin de ciclo en que se ha instalado el PSOE debido a la incertidumbre sobre la retirada de Rodríguez Zapatero y la previsible derrota electoral. Esto explica que algunos barones, como el extremeño Fernández Vara y el manchego José María Barreda, se desmarquen de Zapatero y no tengan empacho en criticarlo públicamente. Pero si alguien ha llevado al extremo su desafío ese ha sido el madrileño Tomás Gómez. Ha sido el único que ha osado abofetear al secretario general del partido al derrotar en las primarias a su protegida Trinidad Jiménez.

En aquella eufórica noche del 3 de octubre, Gómez prometió integración. Aunque era consciente de que le habían colado un caballo de Troya, el candidato a la alcaldía de Madrid. Así que aguardó pacientemente la oportunidad para desactivarlo. Y eso ha ocurrido en el momento de elaborar las listas electorales. Gómez ha aprovechado su control del aparato del partido para incluir en la candidatura a la alcaldía de Madrid a toda su gente y cercar así a Lissavetzky, quien de momento no ha logrado colocar a sus hombres de confianza.

Tomás Gómez dispone del apoyo de la gran mayoría de las 21 agrupaciones socialistas de la ciudad de Madrid. De hecho, solo cinco se han negado a votar la candidatura con el argumento de que se vulnera el artículo 72 del reglamento de cargos públicos, que establece que las listas de las ciudades de más de 50.000 habitantes deben contar con el visto bueno del alcaldable. Los responsables de estas cinco agrupaciones denunciaron, además, «la persecución y exclusión de los militantes que apoyaron a Trinidad Jiménez y Jaime Lissavetzky en el proceso de primarias».

Pero Tomás Gómez está decidido a mantener el pulso, consciente de que Lissavetzky es el hombre de Rubalcaba, quien trata de colocar a gente de su confianza en las organizaciones territoriales. El todopoderoso vicepresidente del Gobierno ha hecho toda su carrera política en el aparato del partido y aunque es muy apreciado por todos los socialistas, carece de apoyo directo en las federaciones, claves para su elección como eventual sustituto de Zapatero.

Por esta razón, Gómez ha llegado a acusar a Lissavetzky de desembarcar en Madrid «para dividir a los socialistas madrileños». No obstante, la última palabra sobre la candidatura, en caso de desacuerdo, la tiene el comité federal de listas. Y ahí quien tiene la sartén por el mango es Rubalcaba.