Algunos dirigentes se distancian ante la cercanía de las elecciones

La Voz

ESPAÑA

26 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El presidente del Gobierno, que en los últimos meses se ha dedicado casi por completo a la agenda internacional y económica, acuciado por la crisis, tiene ahora el patio interior revuelto. En lo más inmediato tendrá que ver cómo apaga los fuegos que se han ido generando en torno a la candidatura de Madrid y en el resto de las organizaciones territoriales. La proximidad de las elecciones autonómicas y municipales y el temor de los gobernantes socialistas a verse perjudicados por la gestión que el Gobierno central ha hecho de la crisis ya ha llevado a algunos a intentar marcar diferencias hace meses.

En el caso de Cataluña, que renueva su Parlamento el 28 de noviembre, la cuestión parecía aún más compleja, pero el giro social y de gestión que finalmente ha decidido imprimir el presidente de la Generalitat, José Montilla, a su campaña y su decisión de no centrarse en el debate identitario ha permitido acortar diferencias con CiU, al menos en las encuestas. El problema vendrá después, si es que existe la más mínima posibilidad de que el PSC vuelva a gobernar en coalición, porque las presiones para que entierre el tripartito con Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya y pacte o incluso ceda el paso a CiU serían en esta ocasión más contundentes aún de lo que fueron en el 2006.

De momento, el jefe del Ejecutivo se ocupa de lo inmediato, aunque para tapar una vía de agua se le abra otra, como ha ocurrido en el acuerdo presupuestario con el PNV. No solo le ha dado una baza impagable frente al lendakari, el socialista Patxi López, sino que ahora está por ver cómo quedan las relaciones del PSOE con los socialistas vascos tras el pacto. A primera vista, es lo más parecido a un ninguneo en toda regla pese a que tanto el Gobierno como Patxi López sostienen que durante la negociación han actuado coordinados en todo momento. La realidad es que los nacionalistas han arrancado al Ejecutivo central el traspaso de unas políticas de empleo mucho mejor valoradas que las que pactó hace un año el Gobierno socialista de Vitoria.

Con todo, hasta ahora el jefe del Ejecutivo ha sido capaz de capear bien el temporal.