El sabor de las cosas buenas

Joaquín Merino MADRID

ESPAÑA

MILLARES

Crítica | Gastronomía COMER EN ESPAÑA: La Rioja Los vinos se llevan la fama, con todo honor y merecimientos, pero esta entrañable comunidad jamás deja de sorprendernos asimismo por su colectivo fervor gastronómico

30 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

En tiempos de tribulación, nada mejor para buscar consuelo que los amigos de verdad, especie medio extinta pero con specimen supervivientes: mi mujer y yo tenemos el inmenso privilegio de conservar unos cuantos, y entre ellos destacan Chelo Palacios, su marido e imparable maquinador de proyectos lúdicos Antonio Pérez Gil y su hermano Álvaro, uno de los nombres más conocidos y respetados en los ámbitos de la vitivinicultura, a escala mundial, pero que nunca duda a la hora de remangarse y participar en la farra de turno. Ellos montaron en Alfaro y sus contornos un largo y cálido fin de semana, inolvidable, para la recuperación de nuestras almas rotas a través de los sabores: sabor de amistad, ante todo, sabores, casi olvidados en Madrid, del agro, de la vida como fue. Allí, en La Rioja, la hospitalidad y el epicureismo no constituyen excepción, sino norma, y todo el mundo echa una mano, participa y coadyuva, disfruta, organizando una buena comida, una cuchipanda milimétricamente preparada. Se habla de manduca en todo momento, y los huertos del Ebro y su Ribera, la caza y los viñedos en los montes (incluidos, claro está, los de la familia anfitriona) y la proximidad del Cantábrico posibilitan una eterna fiesta de los sentidos... La nuestra comenzó en el lounge bar&restaurant, finísimo, que el joven líder Álvaro acaba de montar en la tradicional bodega de los Palacios Remondo (Avda. Zaragoza, 8, Alfaro, tno. 941 181 628), a la que también ha dado un vuelco espectacular. La decoración es minimalista en el buen sentido, con colores y luces sosegantes, una fastuosa alfombra de potro bajo los tresillos y una ubérrima barra de espirituosos. Yo me había pedido una alcachofada, ahíto de experiencias insaboras en Madrid, y alcachofas conseguí, rebozadas, guisadas, etc, amén de cebolletas y otras preseas huertanas, con chuletillas de cordero... y una galaxia no solicitada de champagnes postineros. Fui muy feliz con el Placet y el tinto Propiedad de la casa, blanco y tinto, que colmaron mis apetencias. La segunda jornada, también medio salutífera, transcurrió en Arnedillo: spa con cara de pocos amigos, por la mañana, y taberna típica, Las Bodegas de la Petra, con comida rica, caparrones incluidos. Para cenar, nuevas delicias hortícolas y patorrillo, otra gema riojana, en el Hotel Palacios de Alfaro, contiguo a la bodega. Sábado-sabadete, jornada epicúrea descarada: vamos a Pasajes con Chelo y Antonio para comprar angulas y langostas a manta en los viveros de Jerónimo Izaguirre, cruzamos después a Hendaya, tomamos el aperitivo, exquisito, en La Maison Eguiazábal, hacemos parada y fonda para almorzar en el delicioso restaurante Bakea, de Biriatou, con bucólicas vistas sobre la campiña francoespañola, paramos en el super Champions a surtirnos de ostras, así como en la Venta de Ultzama, de Belate, para merendar cuajada y canutillos, llegamos a Alfaro, recuperamos a Álvaro, recién aterrizado de la mismísima China, y al final damos cuenta de la cena Grande Bouffe, con toda la cristianísima familia reunida...