El león extremeño aún ruge

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

23 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

No está probado que en la antigüedad hubiera leones en Extremadura, pero contemporáneamente hemos conocido uno: Rodríguez Ibarra se va, pero aún ruge. Ruge y atruena cuando habla con su valentía habitual. Es de los pocos -o el único- que ha plantado cara a periodistas como Pedro J. Ramírez -al que llama públicamente «personaje inmoral y amoral»-, a Luis Herrero y, en su día, a Antonio Herrero , que cometió un delito ecológico en su finca de Extremadura. A un tertuliano, distinguido por su calvicie, cuando estaba impartiendo lecciones de moralidad a los políticos: «La España de los socialistas no es, señor... como cuando usted cobraba cien mil pesetas mensuales del ministro Sánchez de León para que hablara bien de él». «¿Tendrá pruebas para hacer esa acusación tan grave?», intercedió Iñaki Gabilondo, que moderaba el debate. «Estando él mismo aquí, que desmienta lo que digo. Y entonces yo daré el nombre de la persona que le daba el sobre», replicó. El periodista se limitó a enrojecer, aunque no por eso haya dejado de dar clases de moralidad. Ahora está empeñado en que la Fiscalía intervenga para investigar las acusaciones de El Mundo sobre la implicación de policías y jueces para tapar una supuesta conexión de ETA y los islamistas en el 11-M. Rodríguez Ibarra cree que, si se demuestra lo que él cree, que es un montaje, Pedro J. debe abandonar la dirección del periódico. En cuanto a Eduardo Zaplana es todavía más duro: «Habla de conspiración porque algún día deberá responder ante la Justicia por Terra Mítica, el contrato de Julio Iglesias, etcétera, y otros escándalos señalados incluso por su partido. Entonces dirá que lo quieren quitar de en medio por haber denunciado esta conspiración», declaraba ayer en las páginas de Abc . El león de Extremadura es una nueva incorporación a la cruda batalla político-mediática. No es sólo una pelea entre periódicos o entre partidos. Es mucho más. El conservador Sindicato Unificado de Policía acaba de intervenir en el asunto cansado de tantas manipulaciones que dañan la credibilidad de la institución. El propio Rodríguez Ibarra cree que el Gobierno debería haber intervenido antes. El ministro Rubalcaba ha terminado por entrar y de ahí la filtración de las conversaciones en la cárcel del confidente Trashorras con sus padres: «A mí, con tal de que me den dinero les cuento hasta la Guerra Civil». Pero que haya quedado desacreditado el principal testimonio de la supuesta conspiración y que se haya desmontado la historia del atentado contra Lavandera , el otro nombre propio sobre el que se apoya la intoxicación, no parece que vaya a detener la batalla. Todo el mundo parece tener su mano en la partida -Zaplana, Acebes , Pedro J. y Federico , el grupo que Pablo Sebastián cita en su columna como la banda de los cuatro - menos Mariano Rajoy que da la sensación de ir a remolque. Nadie lo echa A Rodríguez Ibarra nadie lo echa. Lo que pasa es que vio la muerte demasiado cerca en el infarto de hace diez meses y quiere vivir. Volverá a la docencia. Seguirá viviendo en la decencia. Y entiende que no callarse lo que piensa es parte esencial de esa decencia. Es el cuarto león de la política que se retira en los últimos tres años: Jordi Pujol fue el primero; Manuel Fraga , el segundo, aunque sobrevive en el Senado donde nadie lo da por jubilado definitivamente, y José Bono, el tercero, de retirada inesperada y enigmática. Nadie sabe aún por qué se marchó de un día para otro, aunque ya ha quedado claro que no por un enfrentamiento especial con Zapatero, ni por una desavenencia conyugal, como se publicó. Anteriormente a este grupo, se retiraron tres excepcionales políticos de la transición: Adolfo Suárez , Felipe González y Carrillo . Alfonso Guerra precisa a este periódico: «En esa lista de grandes políticos no hay que olvidar a Fernando Abril Martorell y al cardenal Tarancón . Digo Tarancón en la lista de los políticos». Queda claro. Charlar con Rodríguez Ibarra, aunque no se comparta todo lo que dice, es una delicia. En sus memorias, si las escribe, quizás contará cómo se dio cuenta de que el entonces presidente de Navarra, el socialista Gabriel Urralburu , recibía dinero sucio. «Vino el Príncipe a Extremadura y el último día de su visita me dijo que esperaba conocer a mi esposa antes de marchar. Le dije que aquella noche sí, y no las anteriores, porque con mi sueldo no se podía comprar ella tres vestidos de noche distintos. Cuando más tarde en algunas recepciones reales vi los vestidos y el lujo de Olivia, la mujer de Urralburu, comprendí que algo extraño estaba pasando». O aquel pasaje en el que Bono, a punto de ser elegido secretario general del PSOE, lo visitó en Mérida para pedirle los votos extremeños. Se los negó porque ya tenía compromiso con la guerrista Matilde Fernández . Bono le advirtió: «Tú mismo, pero yo volveré aquí como secretario general del PSOE y entonces hablaremos». Cuando Bono se fue, Rodríguez Ibarra llamó a Abel Caballero y le contó lo sucedido. En ese episodio comenzó el viraje de algunos votos del guerrismo que eran justamente los que le faltaban a Rodríguez Zapatero para ser elegido. Pepe Blanco y Rafael Delgado hicieron las cuentas. «Blanco me pidió ocho, pero le di quince por si acaso -explica a La Voz el guerrista-, porque no queríamos a Bono en la secretaría general». Zapatero ganó por nueve.