Paco Ibáñez, en clave nostálgica

La Voz

ESPAÑA

Madrid, Madrid, Madrid El cantautor recuerda su juventud parisina en «Fue ayer», un disco con ritmos latinos

06 feb 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Ha llovido mucho desde que un Paco Ibáñez casi adolescente llegó al París de 1950, una ciudad en ebullición. El músico, sin embargo, ha querido reivindicar lo vivo de sus recuerdos llamando Fue ayer al disco que repasa, más de medio siglo después, estos años iniciáticos. El álbum rinde homenaje a una época crucial en la vida del cantautor valenciano, en la que escuchó por primera vez a Atahualpa Yupanqui y Georges Brassens, entró en contacto con los círculos existencialistas parisinos y conoció al pintor venezolano Soto, a quien consideró su «padre espiritual». Ibáñez ha dedicado a este amigo sudamericano, director de la Escuela de Artes Plásticas de Maracaibo, un disco que adjunta, como tributo, una obra suya transformable en escultura. Soto, el cantautor y la vocalista Carmela formaron en 1956 el trío Los Yares. Fue ayer reúne las canciones, entre el bolero y otros ritmos latinos, que tocaban los jóvenes sudamericanos llegados a la capital francesa en el mítico local L¿Escale. Paisaje de Cantamarca, Cuando ya no me quieras, Hojas que lleva el viento o Piedra y camino son algunos de los temas con que recuerda al pintor venezolano este cantautor que ha puesto música a los poemas de Gabriel Celaya y José Agustín Goytisolo. En el Teatro Español no habrá espacio para uno de los géneros responsables de la buena racha escénica de la capital: el monólogo cómico. Así lo explicó ayer el recién nombrado director de este escenario madrileño, Mario Gas. «Al margen de las ideas estéticas, un teatro público debe hacer montajes que no sean accesibles a la empresa privada, tanto por su dificultad temática como por su aparente falta de comercialidad», indicó. Aunque reconoció que algunos monólogos le resultan divertidos, Gas criticó «ese afán consumista surgido a partir de series de televisión, por el que se descubren suplantaciones del teatro que han llevado a que productores sagaces y actores, con toda su legitimidad, quieran ganar un dinerito seguro». El afamado director de escena aseguró que este tipo de espectáculos, que calificó de «banales, divertidos, contradictorios y muy coloquiales», no tendrán cabida en el Teatro Español. «Cuando asumes algo emblemático en una ciudad, tienes la obligación de pensar por y para todos», concluyó. El Museo de la Ciudad alberga desde ayer una exposición, Las raíces de la tierra, que pretende concienciar a los niños madrileños de la importancia del suelo como fuente de vida. Comisariada por el periodista y divulgador Joaquín Araujo, la muestra explica al visitante, a través de paneles y fotografías, el proceso de formación del sustrato terrestre, las funciones de las raíces de las plantas o la desertización. Los más curioso de esta esposición divulgativa es, tal vez, un panel compuesto por tarros con tierra procedente de distintos puntos de la geografía española, que permiten apreciar la diferencia entre, por ejemplo, la arena amarilla de Los Monegros (Zaragoza) y el suelo negro del parque de Timanfaya (Lanzarote). El propio Araujo, su hermano Ángel y el profesor José Manuel Crespo han recolectado las muestras. El fotógrafo José Manuel Ballester presentó ayer un libro, Madrid-Berlín, que reúne catorce imágenes sobre el estallido urbanístico en ambas capitales. «Son ciudades abiertas, en expansión», explicó este artista de 43 años, que ha centrado su mirada en los nuevos espacios urbanos, como aeropuertos, estadios, fábricas o autopistas. El libro se edita dentro de la colección Las cajas de Uruk, del Museo Municipal de Arte Contemporáneo.