Un Laboratorio distinto en Lavapiés

Carmen Romero MADRID

ESPAÑA

MONDELO

Reportaje | El movimiento «okupa» su quinta sede El «Labo» se ha instalado en un solar sin edificar, por lo que desarrollan su actividad por las calles del barrio

14 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Hace ya seis años, unos okupas convocaron a las cámaras de televisión para que grabaran su entrada en un inmueble vació de la calle Embajadores. Este comportamiento tan chocante -lo lógico, a primera vista, es huir de la publicidad cuando uno se está instalando en un edificio que no le pertenece- marcaba el inicio de una nueva forma de okupación en Madrid: la que siguen practicando los miembros del Laboratorio, un movimiento que lleva más de un lustro empleando públicamente espacios en desuso del barrio de Lavapiés para desarrollar actividades culturales y denunciar la especulación inmobiliaria. Lejos de resignarse a la clandestinidad, han encontrado un arma en la exhibición de sus actividades. Cuando el «Labo» -como se autodenominan- se instala en un sitio, se entera todo Madrid. Desde aquel día de 1996 hasta ahora, este grupo ha sido sistemáticamente desalojado de los cuatro edificios en que se ha instalado (después del de la calle Embajadores, vinieron los de la plaza Cabestreros, la calle Amparo y la calle Ministriles), siempre en episodios marcados por un espectacular despliegue policial -la última vez, el pasado julio, se emplearon media docena de tanquetas para evitar incidentes- y un notable eco en los medios de comunicación. Hartos de que la historia se repita, han decidido cambiar de estrategia a la hora de establecer, tras el desalojo del Laboratorio de Ministriles, el que ya es el quinto «Labo». En esta ocasión, no han ocupado un edificio sino un solar, situado en la calle Olivar, número 48. La naturaleza de la nueva sede impide que se repita un desalojo tan fulminante como los anteriores, ya que, al ser un terreno sin edificar, queda fuera del Código Penal, que sólo contempla la ocupación de bienes inmuebles. Endika Zuloeta, abogado del movimiento desde sus inicios, califica de «reto para la Fiscalía» una actuación cuyo único antecendente legal serían «las ocupaciones de tierra llevadas a cabo por jornaleros». Truco jurídico Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Esta triquiñuela jurídica, que permite a Luis, uno de los miembros del Laboratorio, afirmar con suficiencia que «no hay perspectivas de desalojo», tiene trampa: el espacio no reúne las condiciones básicas para albergar las actividades que solían llevarse a cabo en las anteriores sedes. La único que se yergue en el terreno vacío es una extraña estructura metálica, cedida por el sevillano Santiago Cirugeda, que no tiene ninguna vinculación legal con el solar. A pesar de su afinidad ideológica (pretende denunciar la carestía de la vivienda), la reducida superficie (40 metros cuadrados) y el escaso aislamiento del exterior de este montaje futurista hacen que no sirva para mucho. «Hemos traído toldos para montar algo», explica Luis, «pero en el solar no podemos organizar todo lo que hacíamos antes, porque, además, hace un frío que pela». Por eso, los okupas han decidido cambiar su modus operandi para formar lo que llaman «el Laboratorio en el exilio». Su plan es utilizar el solar como campamento base y desarrollar en las calles de Lavapiés unas actividades que dejarán de lado lo cultural -«en estas condiciones es imposible hacer nada de cine o teatro», explica Luis- y centrarse en su faceta más política. «Ahora mismo, estamos repartiendo a los vecinos información en contra del Plan de Rehabilitación del barrio», explica este okupa. A pesar de que este terreno constituye, al menos, «una base para reivindicar», el Laboratorio no olvida su objetivo constante: que la Administración les ceda un espacio para instalar un centro social. Algo difícil de conseguir, a juzgar por la virulencia con que, según Endika Zuloeta, se trata a este movimiento: «La okupación no se tipificó como delito hasta 1996. Que la gente ocupara viviendas no importaba, lo que no quieren es que haya una actividad política disidente».