«Los nazis gallegos acaban de formar una plataforma única»

Tomás García REDACCIÓN

ESPAÑA

Tras un año infiltrado en las cloacas de la ultraderecha española, un periodista relata en un libro las conexiones entre los grupos neonazis y su vinculación a los principales clubes de fútbol

29 ene 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Antonio Salas no existe. El periodista que llegó a formar parte, como «uno de sus más activos componentes», del movimiento skinhead español utiliza ese pseudónimo para salvaguardar su identidad y evitar represalias de un mundo que considera extremadamente peligroso. Tras un año de investigación, acaba de publicar Diario de un Skin (Temas de hoy). El libro, en el que se dan nombres y apellidos, ha llegado ya a la Fiscalía General del Estado por si puede dar pie a una investigación. -¿Quiénes son los neonazis españoles? Su libro desmonta la teoría de que estamos ante individuos marginales con la cabeza hueca. -Ésa fue una de las cosas que más me sorprendió durante todo este tiempo. En las gradas de un estadio, con las chupas bomber y las esvásticas, dan esa impresión. Pero yo he conocido a abogados, profesores de universidad, programadores informáticos... No es difícil verlos en la ópera o en un museo. -¿Cómo entran en esos círculos? ¿Qué lleva a un joven de 15 años a afeitarse la cabeza y admirar a Hitler? -Infinidad de motivos. Una tradición familiar fascista, una empatía psicológica con la violencia, creencias paganas o esoteristas. Luego la pertenencia a la manada refuerza esas convicciones. -¿Y es un « pecado» de juventud o consagran su vida a la causa nacionalsocialista? -Los informes policiales dicen que los skinheads dejan el movimiento skin -¡ojo!, no el neonazi, eso se es toda la vida- en torno a los 25 años, cuando tienen el primer trabajo estable y la primera relación de pareja. Y yo lo veo coherente, porque durante mi experiencia con ellos pude comprobar que no hablan de chicas como hacen el resto de jóvenes de su edad. Quizás porque es tanta la adrenalina que se genera en su vida diaria que la violencia funciona como sustituto del sexo. Y diría más: siempre me dio la impresión, al ver cómo nos comportábamos, con un culto al cuerpo obsesivo y con una camaradería de tocamiento constante, que en todo esto había un sutil trasfondo gay. -Su objetivo son los negros, los judíos, los izquierdistas y también los musulmanes. Sin embargo, en su libro dice que muchos se están convirtiendo al islam. -Fue uno de los principales descubrimientos. La explicación es que tienen un enemigo común: los judíos. Tras el 11-S hubo un cisma neonazi a nivel mundial. Muchos se solidarizaron con Bin Laden a través de Internet, la gran vía de comunicación con que cuentan en la actualidad. El problema fue que sus plataformas están albergadas en servidores de EE.UU y a los nazis de allí no les hizo ninguna gracia. -¿Ve posible un fenómeno como el auge de Le Pen en Francia? -Por supuesto. Los partidos de extrema derecha están utilizando las mismas armas: incremento del paro relacionado con lo que ellos llaman la invasión de inmigrantes, aumento de la delincuencia... Tras años en la clandestinidad, ahora en el extrarradio de las grandes ciudades hay gente que comienza a ver con buenos ojos las andanzas de esta gente. -En su libro habla de un grupo de Pontevedra que quería montar una célula del Ku Klux Klan ¿Es importante la presencia nazi en Galicia? -No me atrevo a dar una cifra, porque aparte de los skins hay mucho neonazi que pasa desapercibido, pero han crecido mucho tras la aparición de Internet. Y desde hace poco tiempo, todos los grupos se han unido en una plataforma conjunta. -Usted participó en «cacerías» urbanas a las puertas de un estadio de fútbol y llegó al gran templo neonazi español de Alcalá de Henares, situado junto a una comisaría. ¿Notó algún tipo de connivencia policial? -No. Sí es cierto que a mí me vendió un policía y eso estuvo a punto de costarme la vida. Pero creo que la dejación de las fuerzas de seguridad por empatía ideológica es una excepción.