Dos iconos de la justicia a la greña

Héctor J. Porto REDACCIÓN

ESPAÑA

Comenzó como airado intercambio epistolar entre el guerrillero Marcos y el juez Garzón. Pero la refriega, de marcada carga personal, podría convertirse en un debate «cara a cara».

10 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Ni es un choque de trenes ni una performance arrabaliana. Se trata de un mero intercambio epistolar, pero que amenaza con desatar una escena inaudita: un debate televisivo (o televisado) entre un conocido juez y un no menos popular revolucionario mexicano. Enzarzados en su caprichosa disputa, Garzón y el Subcomandante Insurgente Marcos encaminan sus notables egos hacia un envite dialéctico del que han de salir el uno dedicado a defender la causa rebelde o el otro desenmascarado. Eso, si el magistrado acepta las condiciones del impar desafío fijadas por el rebelde. Todo empezó con un texto que el guerrillero envió al diario mexicano La Jornada para festejar la fundación, por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de un espacio de agitación política en el corazón de Europa: el Aguascalientes (nombre del foro, que evoca a Zapata y Villa) de Madrid. Con incendiaria vehemencia, Marcos no escatimó el insulto para la democracia establecida en España, así González, Aznar o el Rey. Y en un estilo harto delirante -más cercano al cáñamo suarrealista del ya fallecido escritor argentino Osvaldo Soriano que al de un filósofo metido a redentor en armas- arremetió también contra el candidato al Nobel de la Paz, al que llamó «payaso grotesco» y «fascista» o acusó de «hacer el ridículo con ese cuento engañabobos de agarrar a Pinochet, que lo único que hizo es darle vacaciones con gastos pagados» en Londres. Sobre todo, reprobó a Garzón por trabajar «de la mano de la clase política» para declarar «ilegal la lucha política en el País Vasco». De tal guisa, Marcos usó argumentos de estereotipada superficialidad en su defensa del proyecto aberzale. En el diccionario zapatista, concluye, dignidad en vasco se dice Euskal Herria. Fue ahí donde hirió la susceptibilidad ya conocida del magistrado, que apenas diez días después contestó con inusitada dureza al encapuchado en otro periódico mexicano, El Universal, donde expresamente -«de gachupín a gachupín», llega a decir- le retó a hablar «cara a cara». Tras admitir haber simpatizado inicialmente con el levantamiento zapatista, no sólo atacó la ligereza de los plantemientos y la cobardía del líder rebelde, sino que criticó hasta el uso de tan «ridícula pipa». Sólo precisó un día la réplica, en la que Marcos, en su ingenuidad, añade hasta la solicitud a ETA de una tregua. «Como mandan las leyes de la andante caballería», «yo, caballero retado, me corresponde» poner condiciones. El subcomandante fija el posible debate para la primera decena del próximo abril en Lanzarote. Quiere salvoconductos para acudir al desafío con sus «seis escuderos». Un jurado formado por siete españoles (pide nombrar tres) decidirá el vencedor de la «justa». Si pierde, podrá ser desencapuchado. Si gana, Garzón asesorará internacionalmente la causa indígena. En cuanto a la pipa, se disculpa: «Me estoy labrando una nueva». Dos iconos de la justicia (en sus acepciones profesional y revolucionaria) a la greña, sí, pero la pelota está ahora en el tejado del licenciado Garzón.