Educado en la negación de su ser, el autor refleja el dolor de vivir en una sociedad deshumanizada
04 nov 2025 . Actualizado a las 18:40 h.Iniciamos hoy las aportaciones literarias que vienen siendo habituales en La Voz de la Escuela desde hace años. Son artículos informativos y comentarios instructivos para nuestros estudiantes de secundaria y bachillerato, que les pueden despertar la curiosidad por conocer a los escritores sobre los que aquí tratamos. La nómina de autores que desfilarán por estas páginas está cubierta por los que podemos considerar escritores clásicos, esos grandes maestros que nos han dejado obras inmortales.
Espero que cada uno de estos comentarios literarios os aporten algo positivo, empezando por las ganas de conocer las obras de los escritores que irán desfilando por estas páginas.
Biografía
Franz Kafka nació en Praga en 1883, en una familia de comerciantes judíos, y murió en Kierling (Austria), en 1924. Tenía 41 años, pero le dio tiempo a convertirse en uno de los autores más importantes del siglo XX.
Desde pequeño vivió muy sometido por el carácter fuerte de su padre, al que temía más que respetaba, lo cual pudo influir en su temperamento vacilante y pudo dejar huella en sus angustiosos relatos. Más por complacer a su progenitor que por interés propio, cursó la carrera de Derecho y trabajó, posteriormente, en una compañía de seguros. Kafka era de etnia judía, pero no practicaba su religión; también era checo, pero no hablaba la lengua nacional. Fue educado en la dominante cultura y lengua alemanas, la del enemigo interior; esto supone una forma de no ser nadie, de ser un extranjero en su propia patria.
Fue un joven alto, delgado, de piernas largas, amante de los deportes —nadaba en una escuela en el río Moldava y remaba por sus aguas en una embarcación propia—, gran andarín por los bosques cercanos a la ciudad y un gran viajero. Aunque tenía espíritu bohemio, era muy enamoradizo, con un concepto casi neurótico del amor.
Sabemos por sus diarios que fueron muchas las mujeres que entraron y salieron de su vida, dejando poco más que un considerable epistolario. Tuvo una larga relación con la berlinesa Felice Bauer. A pesar de que ambos estaban enamorados, su relación se convirtió en un constante malentendido en el que, insatisfechos ambos, se hicieron sufrir hasta abandonar sus planes de matrimonio, tras tres sucesivos compromisos y rupturas.
Su obra, salvada
En 1917, cuando pensaba marchar a Palestina, enferma de tuberculosis y se frustra su viaje. A partir de aquí se dedicará intensamente a la literatura, a pesar de la oposición familiar, de cinco proyectos matrimoniales frustrados, de su trabajo como agente de seguros y de la grave enfermedad, que acabará causándole la muerte.
Sus obras llegaron hasta nosotros en contra de la voluntad de Kafka. Él le había encargado a su amigo Max Brod que destruyese todos los cuadernos que había ido escribiendo en secreto. Max Brod tuvo el sentido común de no hacerle caso y gracias a ello hoy podemos conocer casi todo de Kafka a través de sus Diarios, además de varias obras que nunca podríamos haber leído.
Tanto como su padre, en su vida ha influido de manera determinante la ciudad donde nació y se crio. Aunque él casi no conoció el gueto de Praga, donde vivía la comunidad judía —fue demolido a finales del siglo XIX—, en su subconsciente quedó dibujada la geografía y la idiosincrasia de su existencia. Aquella atmósfera física y espiritual es la que se va a respirar en la obra literaria de Kafka.
«Kafka —escribió Elías Canetti— es el escritor que más puramente ha expresado el siglo XX y aquel al que, por lo tanto, cabe considerar como su manifestación más esencial». Así lo ha considerado toda la crítica literaria de occidente: su obra refleja mejor que la de ninguno la deshumanización, la alienación y la soledad que el siglo XX, con sus cambios ideológicos, su industrialización y su materialismo, trajo a la sociedad desarrollada.
«La metamorfosis»
La metamorfosis es la más famosa de Kafka. Publicada en 1916, sorprende al mundo literario del momento porque la anécdota que soporta el relato es tan simple como absurda: un hombre, el viajante de comercio Gregor Samsa, despierta, una mañana, convertido en un insecto grande, parecido a un escarabajo. Continúa viviendo en la habitación de su casa, consentido por la familia, y desde allí contempla el transcurrir de la vida diaria desde la óptica del insecto en que se ha convertido. Después de leer La metamorfosis, el gran novelista Gabriel García Márquez decidió atreverse a escribir la primera novela, ya que se dio cuenta de que lo más importante de una narración no está en la trama o en el argumento que se desarrolle —cualquiera vale, hasta uno tan absurdo como el de la novela de Kafka— sino en la manera de contarlo y en el fondo reflexivo que aporte.
Kafka es la voz de la conciencia de una época, la suya, el primer cuarto del siglo XX, que es el crepúsculo de todas las grandes ilusiones e idolatrías del mundo moderno. Por eso le interesa más la reflexión que se desprende de sus obras que la esencia narrativa de las mismas.
La metamorfosis plantea varios temas profundos, como la soledad y la angustia. Ese insecto gigante en que se convierte Gregorio Samsa se ve aislado en su habitación, y progresivamente rechazado por su propia familia, por el jefe de su oficina y por otros vecinos. La anécdota es una forma de denunciar cómo la sociedad se deshumaniza al dar la espalda a los sentimientos. El desvalimiento del protagonista nos hace reflexionar, de forma profunda y pesimista, sobre la condición humana. Y todo ello expresado en una prosa fría, corta y tajante, sin adornos, pero de una enorme eficacia expresiva.
Gregor Samsa, al igual que los personajes de otras novelas de Kafka, son zarandeados por el Destino. Carecen de importancia en y por sí mismos, porque en realidad son prototipos del hombre desvalido y desorientado. Se trata de poner en evidencia el sentido absurdo de la vida, y para eso introducirá en la realidad más cotidiana una distorsión sorprendente empleando elementos absurdos y fantásticos —el término kafkiano sirve ya para designar situaciones absurdamente complicadas, extrañas— como es el caso, por ejemplo, de la transformación en escarabajo del viajante de comercio Gregor Samsa.
OBRAS: El proceso, El castillo, La transformación y otros relatos, numerosa correspondencia (Carta al padre, Carta a Ottla (su hermana), Carta a Felice (una de sus amantes), Diarios. La mayor parte de sus obras son póstumas: las publicó su amigo Max Brod, desobedeciendo el encargo de quemarlas, que le había hecho Kafka poco antes de morir.
José Antonio Ponte Far es catedrático de Lengua jubilado y escritor.