La asamblea de la CUP elige hoy entre Mas y nuevas elecciones en Cataluña

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

ELECCIONES 2016

Robin Townsend | EFE

Más de 3.000 personas están inscritas para la reunión de la formación antisistema

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Artur Mas y el proceso soberanista catalán se encuentran ante su enésimo riesgo de quedar bloqueados. Hasta la fecha, el presidente de la Generalitat siempre ha encontrado la manera de resolver el entuerto (pregunta de la consulta, 9N y 27S), pero esta vez la solución del sudoku ya no depende de su habilidad para extraer conejos de la chistera. Junto a Esquerra, están en manos de lo que decida la asamblea que la CUP celebra hoy en Sabadell. Si los cerca de 3.500 militantes y simpatizantes de la izquierda radical secesionista avalan la investidura del líder nacionalista, el desafío catalán al Estado seguirá adelante. Si las bases anticapitalistas se mantienen en sus trece e insisten en vetar al dirigente convergente, Cataluña celebrará nuevas elecciones en el mes de marzo y las plebiscitarias del 27S quedarán en agua de borrajas. El cónclave cupero es la culminación a tres meses de negociaciones, en las que la coalición de Junts pel Sí ha cedido en casi todo, menos en cambiar el candidato a la presidencia de la Generalitat.

Vía rupturista

Tras el resultado de las autonómicas, que dio 62 diputados a Junts pel Sí, a 8 de la mayoría absoluta (CUP obtuvo 10), los negociadores de la fórmula elegida para unir electoralmente a CDC, ERC y las plataformas soberanistas consideraron que las urnas habían avalado la vía rupturista con el Estado, a pesar de que el 52 % de la población votó opciones no secesionistas, y limitaron las conversaciones para formar gobierno a la CUP. El resto de formaciones fueron excluidas, por lo que los anticapitalistas se sintieron fuertes y pronto recogieron los frutos de sus exigencias.

Diez días después de las elecciones, el Parlamento catalán aprobó una declaración de inicio de la creación de una república catalana, que negaba la autoridad al Tribunal Constitución y abría las puertas a la ruptura y a la desconexión del resto de España. El texto, que más tarde fue tumbado por el garante de la Carta Magna, no fue suficiente para que la CUP invistiera a Mas en primera ronda. Ahí empezó el baile de propuestas para seducir a la izquierda radical, que también dio calabazas en el segundo intento. Desde el primer día, el problema ha sido Artur Mas. Para Junts pel Sí, la figura del actual presidente en funciones ha sido innegociable, mientras que la formación anticapitalista no ha querido investir al presidente de Convergència, porque fue su gran promesa electoral. Han buscado un término medio que pudiera satisfacer a ambas partes. Por ejemplo, limitar las competencias del presidente de la Generalitat, crear una especie de presidencia colegiada con un presidente y tres presidentes de comisiones delegadas y obligar al jefe del Ejecutivo a someterse a una moción de confianza dentro de un año.

Plan irrealizable

Artur Mas advirtió de que no haría lo que fuera por ser presidente de la Generalitat, aunque ya ha tenido que tragarse unos cuantos sapos, como desprestigiar la institución que preside o ceder en un plan de choque social que su propio consejero de Economía le ha avisado que es irrealizable. La última propuesta lanzada esta semana por Junts pel Sí para tratar de ganar la asamblea del domingo incluye un plan de choque dotado con 270 millones, con medidas concretas para luchar contra los desahucios, la pobreza infantil y la energética, así como una renta mínima de inserción o paralizar el proyecto turístico Barcelona World, el Eurovegas previsto en Salou (Tarragona). Para más adelante, se comprometen a fijar un salario mínimo de 1.000 euros. Junts pel Sí afirma que ya no habrá más ofertas y que si la CUP no acepta hoy, habrá elecciones, a pesar de que ambas partes aún tendrían tiempo de negociar hasta el 10 de enero.

La asamblea de Sabadell es el todo o nada. El resultado es toda una incógnita: en la asamblea de Manresa de hace un mes, el 65 % de la militancia vetó al dirigente nacionalista. Desde entonces, las tensiones internas han ido a más. La última, un manifiesto aprobado el viernes por un centenar de cargos públicos en el que piden a sus compañeros de partidos «generosidad, flexibilidad y empatía» para no frustrar un momento que consideran histórico.

Cuatro opciones para una organización muy fragmentada

La asamblea de la CUP decidirá hoy entre cuatro opciones: una primera que incluye aceptar las medidas de Junts pel Sí (una presidencia coral, con un presidente con el poder repartido con tres vicepresidentes, la declaración de la independencia en 18 meses y una partida de 250 millones para medidas sociales) y también que Artur Mas sea el presidente de la Generalitat; la segunda rechaza a Mas, aunque pide seguir negociando; la tercera descarta la oferta de Junts pel Sí pero facilita la investidura para salvar el proceso secesionista, y la última rechaza al líder nacionalista y su oferta política.

La CUP es una amalgama de pequeñas organizaciones independentistas y anticapitalista que nació en 1986 en el ámbito local y que tiene dos grandes referentes ideológicos, Endavant y Poble Lliure, aunque el 80 % de los militantes no pertenecen a ninguno de los dos grupos. Poble Lliure -heredera del brazo político de la hoy desaparecida organización terrorista Terra Lliure-, el Colectivo Drassanes y un centenar de dirigentes locales defienden la investidura de Artur Mas. Frente a este sector, de corte fundamentalmente nacionalista, se encuentra el nucleado en torno a Endavant, organización de corte marxista, que pone el acento en las luchas populares, y que es la que más se ha significado en el rechazo a Artur Mas. Hay un tercer sector, Arran, que podría entenderse como las juventudes de la CUP, que junto a otros minoritarios como Lluita Internacionalista o Corrent Roig apuestan por nuevas elecciones.