En la montaña rusa

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ELECCIONES 2016

08 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque a muchos nos guste pensar que la democracia es un sistema en el que el ciudadano sopesa y valora las distintas opciones antes de decidirse racionalmente por una, la realidad es que aquello de «busque, compare y si encuentra algo mejor, vótelo» es poco habitual. La política tiene un componente emocional sin el que es imposible comprender esa montaña rusa en la que vivimos. La crisis y la corrupción han generado una bolsa de hastiados con los partidos instalados en las instituciones. Un numeroso grupo de electores que buscan una vía para expresar políticamente su indignación y ajustar cuentas con eso que ha venido en denominarse la casta. Triunfa quien es capaz de poner nombre a una nueva realidad, y ese fue el gran éxito de Podemos. Su distinción entre los de arriba y los de abajo sirvió de banderín de enganche para millones de españoles que se sintieron identificados con esa manera simple, pero efectiva, de interpretar y explicar lo que les estaba sucediendo. Pero no basta con capitalizar el malestar. También hay que materializar las esperanzas. Pero en eso ha fallado, lastrado por el pasado político de sus dirigentes, los escándalos de algunos de ellos, su inconcreción, ambigüedad y tacticismo. Y por la irrupción de otra formación, Ciudadanos, que compite por esa misma bolsa de hastiados. Con un matiz importante: ahora, los desencantados tienen dos casas de acogida según sus preferencias ideológicas. Esa distribución debilita a los partidos emergentes y los distancia de los dos mayoritarios, que, pese a su desfallecimiento, salen indirectamente reforzados.

Pero nada es definitivo, la situación es muy volátil y la carrera a la Moncloa, en la que todos están pensando, es muy larga. Aún han de ocurrir muchas cosas que tendrán una notable influencia en ese voto. Empezando por lo que suceda el día 24 y, sobre todo, en el tablero de ajedrez que serán las negociaciones poselectorales. Es lo único que en estos momentos parece claro, que los pactos serán el pan nuestro de cada día a partir de ahora. Y en ellos, los partidos, los mayoritarios y los bisagras -rol que se intercambiarán unos y otros según los casos-, se jugarán mucho más que el poder, se jugarán su credibilidad, y con ello una parte de sus opciones en las generales. Eso explica el punto muerto en las negociaciones en Andalucía. Nadie quiere mostrar sus cartas antes de tiempo, pero también falta cultura del pacto. Las negociaciones no pueden ser un trágala en las que el mayoritario imponga su fuerza ni el minoritario chantajee con su capacidad de bloqueo. Los partidos deben evitar las precondiciones y las posturas esencialistas para encontrar el denominador común que beneficia a la comunidad. De lo contrario, las instituciones se volverán ingobernables y se habrá perdido una oportunidad única de ampliar los espacios de libertad.