¿Qué es eso de las «soft skills»?

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

EDUCACIÓN

Saber dar un abrazo cuando se necesita es propio de una persona con «soft skills»
Saber dar un abrazo cuando se necesita es propio de una persona con «soft skills» MARCOS CREO

Liderazgo, empatía,  trabajo en equipo... las características de las personas sociables valen ahora mucho más

14 oct 2019 . Actualizado a las 09:30 h.

Son las competencias de moda, en educación especialmente: soft skills. Algo así como habilidades blandas, que se aplican a las personas que tradicionalmente denominados sociables. La diferencia es que ahora se especifican mucho más las características de esas personas especialmente hábiles en el trato con los demás y tienen un plus ético que antes no se valoraba tanto.

Las soft skills se contraponen a las hard skills (o habilidades duras), fáciles de medir: títulos académicos, idiomas que se dominan, diplomas que se acreditan. Hasta ahora, el currículo se vinculaba directamente con el empleo pero en un mundo en el que las máquinas desarrollarán gran parte del trabajo repetitivo, una persona que reúna gran parte de las cualidades sociales lo tiene más fácil para encontrar un buen empleo. Los expertos dicen que el 80% del éxito de un trabajador serán las soft skills y un 20%, sus conocimientos. 

«La próxima generación de jóvenes ciudadanos creará empleos, no los buscará»

Según Andreas Schleicher, director del Informe PISA, «la próxima generación de jóvenes ciudadanos creará empleos, no los buscará. Eso requerirá imaginación, empatía, resiliencia y espíritu empresarial». Para triunfar en un mundo así, se necesitan alguna de estas cualidades, que se supone deben favorecer los colegios:

  • Capacidad resolutiva. Aquellas personas que se adaptan a los problemas y a base de creatividad los resuelven de una manera aplaudida.
  • Pensamiento crítico. Ser reflexivo, tener la capacidad de saber qué interesa y cuándo, sin dejarse llevar por las modas o las tendencias. El pensamiento crítico es aplicar la filosofía a la vida.
  • Gestión personal. Tratar de forma satisfactoria con los demás supone sin duda un arte que algunos tienen gracias a sus dotes organizativas y comunicativas. Es la capacidad de liderazgo, de empuje, conseguir que los demás den lo máximo de sí en un buen ambiente; todo ello exige conocerse a fondo y conocer al resto; hay personas especialmente intuitivas en este punto. Respeto, tolerancia, empatía y sentido del humor se suman para superar la categoría, mucho más limitada, de encantador de serpientes.
  • Colaboración. Nada se puede hacer hoy en solitario, pero trabajar en equipo sin querer imponer la voluntad de uno y apoyando a los compañeros es más complicado de lo que parece.
  • Inteligencia emocional. Es casi un sinómino de soft skills, porque supone conocerse a sí mismo y tener empatía para ponerse en el lugar de otro.
  • Cultura general. Saber un poco de todo (sin avasallar) permite que las conversaciones sean fluidas y variadas.
  • Motivación. Tener ganas de trabajar, ser proactivo, perseverante ante las inevitables caídas... Tener a alguien así en el equipo siempre es un respaldo. 
  • Autonomía y responsabilidad. Nada más agradable que tratar con alguien que sabemos cumplidor y autoexigente.
  • Lenguaje corporal. Es una de las clásicas. Ni ser un pasmarote ni pasarse de expresivo; el equilibrio del gesto es fundamental para tratar con los otros y caer bien.
  • Valores éticos. Es la soft skill por definición del siglo XXI: no es tanto lo que uno puede hacer como lo que debe hacer.

La cuestión es cómo implantar esto en el aula, cómo potenciar las soft skills de los alumnos. Todas las investigaciones apuntan a un mismo lugar: aprendizaje activo, es decir, por proyectos, de servicio o basado en problemas; trabajo en equipo, y aquí destaca el modelo colaborativo, con papeles rotatorios en equipos más o menos estables en clase; fomentar la autonomía del alumno,que sea él quien decida cómo aprender, al estilo SEMGal (antiguo Piteas); practicar la oratoria, muy vinculado a todo lo anterior; y promover la autoevaluación, para que los estudiantes sean conscientes de sus puntos fuertes y débiles, lo que también fomenta la autonomía y la reflexión. El uso de tecnología se sobreentiende para dotar a los estudiantes de competencia digital, aunque nunca debe ser el centro del aprendizaje.