Se sabe por quienes han tratado con él que Cristóbal Montoro no es un hombre de cintura. Ciertamente, nunca ha tenido que mostrarse negociador: cada vez que se ha sentado en un Consejo de Ministros lo ha hecho en un Gobierno con mayoría absoluta (el segundo de Aznar y el primero de Rajoy). Hasta este 2017. Pero para sacar adelante los primeros Presupuestos de esta legislatura le va a hacer falta elasticidad. Y atención a las negociaciones bajo la mesa, porque ahí resulta tentadora la aritmética, el apaño en función de los apoyos en el Congreso antes que la equidad interterritorial. Galicia puede salir coja de ese intercambio de cromos un-voto-un-millón si se fía de que en Madrid hay un Gobierno amigo o de que el presidente Rajoy ejerce de primer gallego en la Corte. Hay inversiones inaplazables, porque ya las aplazaron otras veces, desde el ferrocarril de corta y larga distancia hasta el saneamiento de las rías, que no pueden entrar o salir por cálculos cortoplacistas. Eso no es política. Es un cambalache. Una trampa.