La lucha contra la corrupción pasa factura a la economía china

j. a. b. madrid / colpisa

ECONOMÍA

En los últimos meses han saltado a la palestra casos que rozan el surrealismo y atizan la ira ciudadana

11 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que haga negocios en China sabe que, en algún momento, bien sea para cerrar un contrato o garantizarse una concesión, tendrá que deslizar algún hongbao por debajo de la mesa. Estos llamados sobres rojos, que tradicionalmente se llenan con dinero y se regalan a los seres queridos en celebraciones tan señaladas como una boda o el Año Nuevo chino, se han convertido también en la palabra clave para referirse a la corrupción, una grave lacra que lastra al país y que provoca una peligrosa inestabilidad social. De hecho, en los últimos meses han saltado a la palestra casos que rozan el surrealismo y atizan la ira ciudadana: funcionarios que escondían en sus casas decenas de millones de euros en efectivo y kilos de oro en lingotes, y otros que contaban sus propiedades inmobiliarias por docenas aunque teóricamente eran mileuristas. Raro es el día en el que no se anuncia la investigación de algún alto cargo

Pero el presidente chino, Xi Jinping, llegó al poder en marzo del 2013 con la firme resolución de acabar con la corrupción, y el efecto que sus medidas está teniendo en la economía demuestra que están funcionando: el pasado mes de abril Bank of America Merril Lynch vaticinó que la factura de esta guerra contra la corrupción ascendería a 77.000 millones de euros debido a la caída de las ventas en el ámbito del lujo, algo que además acarrearía una pérdida de entre el 0,6 y el 1,5 % del crecimiento anual. Ahora, a la espera de los datos oficiales, varios analistas coinciden en que es una de las razones por las que China no ha alcanzado la expansión económica prevista en un 7,5 % para el 2014.

Sin primera clase

Pocos son los sectores que se libran del batacazo: desde los productores de licor, que han visto cómo la venta de sus productos más caros ha caído un 80 %, hasta las aerolíneas, que en algunos casos incluso han tenido que suprimir la primera clase en sus aviones, pasando por las marcas de ropa más cotizadas, cuyo brutal crecimiento se ha convertido en algunos casos en caídas. Todos se ven afectados por la súbita austeridad impuesta entre funcionarios y empresarios.