Charo, la floristería con escaparates de premio

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Miguel souto

Fue la tercera que abrió sus puertas en Lalín y hoy, más de tres décadas después, continúa siendo una referencia para clientes de varias generaciones que le confían los arreglos de los eventos de toda su vida

26 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A Charo Senra Vázquez (Lalín, 1966) siempre le gustó trabajar con flores. Ya de niña, cuando para Difuntos los vecinos de su calle compraban crisantemos «eu lles facía uns ramillos con papel albal, era algo moi caseiro, pero que me gustaba moito facer». A los 21 años, recién casada, abrió su primer negocio. Fue la tercera floristería que se abrió en Lalín después de la de González y la de Paraíso, que cerró hace años. Se inauguró en un sótano de la casa de sus padres, en la rúa Rosalía de Castro, pero que daba al campo da feira.

Allí estuvo un año y después de ese período abrió una tienda en las Galerías Colón, donde el negocio estuvo cinco años. Charo cuenta que «gardo moi bos recordos daqueles anos, eramos unha gran familia». En el corredor de la galería se criaron sus hijos que «sempre os tiña comigo». Sus compañeras de la galería «axudábanme a coidalos, e facíanme as cintas das coroas e centros de defuntos porque daquela había que por as letras unha a unha», comenta agradecida. La floristería tenía «16 metros cadrados de exposición, e outros 16 metros cadrados de altillo, onde traballaba». Un espacio reducido que compensaba el ambiente de camaradería, de familia y de cariño que reinaba en este espacio comercial.

Después de eso, Charo acabaría por encontrar su ubicación definitiva: un bajo de 60 metros en la rúa Ramón María Aller, no muy lejos de las galerías. En él, cuenta, «eu xa me sentía como se xa o conseguira todo. Tiña ata unha habitación pequeniña onde podían xogar os rapaces», ampliando el espacio para las flores, la confección de los arreglos y el almacén. Pero los años pasaron, el negocio fue creciendo y con el tiempo consiguió hacerse con el local de al lado. Su compra y una reforma obraron el milagro de duplicar el espacio del negocio que pasó a tener 120 metros cuadrados y unas instalaciones totalmente renovadas. Su vocación empezó con aquellos arreglos para los vecinos. Su familia cuenta con una funeraria por lo que las flores formaban parte de su día a día. Cuando se casó empezó a ir a los primeros cursillos y poco después abría la floristería. Lalín estaba creciendo y le pareció un negocio con futuro.

Formación continua

Hoy continúa asistiendo a cursos y ferias porque «nesta profesión hai que aprender e renovarse constantemente». En sus primeros viajes a Holanda descubrió un mundo muy diferente al del sector en España donde «se coñecían as rosas, os caraveis e pouco máis». Salir fuera le sirvió y le sigue sirviendo para ver cosas nuevas, aprender nuevas técnicas e incorporar novedades. Cuenta que en sus inicios «cando lle falabas a xente de outras flores distintas, pensaban que serían artificiais porque non lles soaban». Con los años fue cambiando todo y aumentando la demanda. Si en los 80, los encargos se limitaban, sobre todo, a celebraciones especiales como las bodas, el Día de la Madre o Difuntos, ahora se venden plantas y flores para cualquier ocasión y para adornar la casa a diario. Son un recurso socorrido para cualquier ocasión y «agora que temos de todo: un ramo sempre gusta. Sempre é un acerto».

En estas más de tres décadas de profesión, Charo Senra fue testigo de la gran evolución que sufrió el sector. En los 80, explica, «para as vodas, a xente levaba caraveis soltos para por na igrexa. Case sempre eran rosas, ou rosas e brancos. Máis diante ampliouse con algún centro e hoxe fanse traballos para dentro, fora da igrexa, o restaurante...».

Los ramos de novia tampoco tienen nada que ver. En aquellos años «eran grandísimos, algún case máis grande que a noiva». Con el paso del tiempo se fue ajustando el tamaño, que ya era más acorde con la estatura de la novia. En aquellos años la elección de la composición se hacía «por catálogo, mercabamos uns que eran carísimos e que renovabas constantemente. Hoxe lévanse vintage e a xente chega coa foto no móbil que viu nas redes sociais e pide que o repliques», apunta. Una de las celebraciones que a Charo más le gustan es la del Día de la Madre. Es una de las fechas con más venta «é a máis bonita. É un día moi especial e de sentimentos. Veñen os rapaces cos cartiños do peto para buscarlle un agasallo a súa nai é iso é moi bonito. É unha data na que o que ven a comprar busca moito, o pensa moito porque queren atopar o que máis lle vai gustar, escollese con moito mimo e moito amor». En cambio hay regalos que no cambian y un incombustible es «a rosa roxa de San Valentín». Se venden sobre todo en unidades y en ramos de media docena. Charo defiende que «os profesionais temos que ir metendo outras cousas e dándolle un pouco de cambio e outras opcións, á xente porque os que veñen a mercar traen o chip posto e non se baixan de pedir unha rosa roxa, e hai que mudar para que quen recibe o agasallo non teña cada ano o mesmo».

Charo cuenta también con la ayuda de sus hijos. Su hija Noelia acude a echarle una mano los días de más apuro, y Jacobo, al que le gusta la decoración, comparte la autoría de los cuidados escaparates del establecimiento, que ya consiguió dos primeros premios en los concursos convocados por la Asociación de Empresarios los últimos dos años. Son composiciones y decoraciones se distinguen y llaman la atención.

Lo más agradecido de su trabajo es poder estar presente con sus arreglos en la vida de generaciones de lalinenses. Clientes de muchos años «aos que lle fixen as vodas, os bautizos, as comuñóns, as vodas dos fillos e enterros de membros da familia e que xa son da casa e forman parte da familia». Conocer a la clientela tiene ventajas: «sabes o que lles gusta». De hecho, la mayoría de sus clientes al hacer un encargo «din o color e o que queren gastar, e confían en ti para que fagas o traballo como vexas». Ahora la oferta de tipos de flores y plantas es infinita, pero la pandemia cambió algunas cosas. «Antes pasábanche pola porta camións con flores unha ou dúas veces ao día. Desde o covid, houbo empresas que pecharon e outras mandan a mercancía por transporte, co que tes que ser máis previsora e facer os pedidos o día antes».

Desde 1987

Floristería Charo abrió primero en un sótano que daba al campo da feira y hoy está en el 12 de la Ramón Aller